Migración rosa en Nicaragua
•Muchos nicaragüenses deciden salir de su patria en busca un trabajo que les permita salir de la pobreza. Sin embargo, algunos buscan además países más tolerantes con su opción sexual
Por Eveling Lambert y Erika Gertsch Romero (laprensa.com.ni, 11/4/2010)
En el salón de su casa destacan dos muñecos que alguna vez estuvieron sobre un pastel de boda. Tan sonrientes, tan vestidos de gala, tan en pareja, tan masculinos. En la pared, también hay varios retratos que difieren de los clásicos retratos de boda, precisamente en eso: en lo masculino de la pareja de recién casados.
Ha transcurrido un año y cinco meses desde que Alberto Cortez, de 26 años, decidió casarse con otro hombre, el español Rafael Díaz. Para hacerlo dejó su natal Nicaragua y emigró a Plasencia, España, donde espera vivir libremente su orientación sexual.
"Son muchas las personas que se atreven a juzgarnos, condenándonos a vivir en el silencio. Por eso decidí tomar mis maletas e irme. Estoy segura que en Nicaragua jamás iba a poder ser feliz con mi pareja, pues sólo nos regalan ofensas", asegura Cortez.
Él nació en el occidente de Nicaragua, es comunicador social y afirma abiertamente ser gay. "Yo negaba en mi país ser homosexual por miedo al rechazo; sin embargo, jamás me lo negué a mí mismo".
Cortez se fue del país el 18 de marzo de 2008. Tuvo que cruzar el mar y dejar atrás un pasado de secretos. Con nostalgia dejó su pueblo, su familia y renunció a su trabajo. "Estaba triste, no sabía cuándo regresaría", recuerda.
Para Samira Montiel, Procuradora Especial para la Diversidad Sexual en Nicaragua, la historia de Alberto es la historia de muchos otros nicaragüenses.
"No existe un control de cuántos emigran por año, pero puedo asegurar que la migración en la comunidad homosexual es común en países como el nuestro, porque todavía a la población y a los gobernantes les cuesta entender que existe una minoría poblacional que exige ser respetada", expresó la procuradora.
Montiel, quien es la primera lesbiana en ocupar un cargo como defensora de los derechos humanos de los gays, bisexuales y transgéneros en América Latina, asegura que en nuestro país los abusos en la comunidad lésbico-gays trascienden al papel que desempeñe un gobierno porque es una situación cultural.
La llamada "migración rosa" es una realidad en el mundo. Según la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA), 72 países del mundo dictan prisión a los homosexuales, cinco los condenan a pena de muerte al comprobar que son lesbianas, gays o transgéneros y sólo 24 países reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Pero Cortez no esperaría que en Nicaragua reconocieran el matrimonio entre personas del mismo sexo. Su novio español, a quien conoció por internet, esperaba por él.
"Un amigo en común nos presentó, empezamos a chatear todos los días, después fue el teléfono, hasta que nos dimos cuenta que estábamos enamorados", expresa emocionado.
Después de seis meses de relación virtual, el nicaragüense empezó su vida de inmigrante.
Sin embargo para la defensora de los homosexuales, la emigración a países que respetan la diversidad sexual no necesariamente es una mejora en la calidad de vida.
"Nosotros somos de un país subdesarrollado, donde enfrentamos el problema de ser inmigrantes. Aún después de casados, siempre será más difícil para éstos ser respetados o tener puestos de trabajos a fin a sus conocimientos", expresó Montiel.
Cortez es chef de cocina, y asegura estar satisfecho con la vida que lleva al lado de su esposo Rafael. Sin embargo, ahora que está en trámite su residencia para ser una "ciudadana española", desea seguir estudiando, para trabajar en un futuro como comunicadora social.
Según el embajador de Nicaragua en España, Augusto Zamora, no existe estadística de nicaragüenses homosexuales casados con españoles. Pero sostiene que "en nuestro país, aunque la homosexualidad no tiene la permisividad y tolerancia que en Europa, tampoco tiene los mismos niveles de crítica y de persecución que hay en otras partes del mundo".
En noviembre de 2007, los diputados de la Asamblea Nacional aprobaron en su totalidad el nuevo Código Penal Nicaragüense, a su vez derogaron el artículo 204 que tipificaba como "sodomía" y se castigaba con uno a tres años de cárcel a los homosexuales.
Pese a este cambio legislativo, la procuradora de la diversidad sexual asegura que no es suficiente para detener la inmigración de la comunidad gay, pues "La óptica conservadora en términos religiosos con que se ve a la homosexualidad fomenta los crímenes de odio".
"El año pasado asesinaron a tres compañeras transgéneras; una en Matagalpa, otra en Carazo y una Masaya", asegura Montiel.
Por tal motivo, Cortez dice estar feliz con el destino que eligió. "Aquí (en España) puedo ser yo mismo, agarrar de la mano y besar a mi esposo".
Roberto Martínez, no corrió tan largo. Éste hombre de 36 años, partió hace un año hacia Colombia, y decidió no regresar a casa, tras darse cuenta que "siempre he sido gay, lo que pasa es que nadie me había ayudado a descubrirme, hasta que conocí a Manuel, mi actual pareja".
Dejó su familia un 25 de febrero del 2009. Tomó su maleta y prometió a sus dos hijos no perder el contacto. "Les estaré llamando, pórtense bien", aconsejó Roberto, antes de tomar el taxi que lo llevaría al Aeropuerto Augusto C. Sandino.
En ese momento su esposa ignoraba el trasfondo de ese viaje de trabajo que la separaría de su marido.
"Conecté por internet a una persona, mi actual pareja, y él me abrió los ojos. Yo siempre había sido gay, pero tenía que emigrar para poder realizarme como persona. Es así que logré conseguir trabajo en mi rama que es el marketing y me fui para Colombia, donde tampoco nos permiten casarnos, pero al menos, podemos caminar tranquilos por la calle, sin ser mal vistos", afirma Martínez.
Roberto no soportó la tensión y decidió aclararle la situación a su esposa por la ley. Vía telefónica le confesó que no regresaría por mucho tiempo a Nicaragua, al menos a vivir con ella. "Estoy seguro que mis hijos algún día lo entenderán, aunque ella (su aún esposa) sienta un gran odio por mí, no se atreverá a decirle a los niños el por qué no he regresado", asegura.
Según la psicóloga Ledia Gutiérrez, especialista en tratar temas de parejas disfuncionales por la homosexualidad, "hay cantidades de homosexuales que se casa para aparentar ser heterosexuales y entonces hacen su familia, sus hijos y a la par andan con una persona de su mismo sexo".
Gutiérrez asegura que ella ha atendido casos de mujeres y hombres que se dan cuenta y se hacen los desentendidos por mantener las apariencias.
"Yo tengo muchas pacientes lesbianas que han sido casadas y que han tenido sus hijos. Ellas se han reprimido o muchas veces buscan su pareja y viven un relación a escondidas, otras ya han emigrado para poder vivir se sexualidad plenamente", expresó la especialista.
Sin embargo, cuando una de las dos personas se da cuenta de la afinidad sexual de su pareja, empiezan las frustraciones, las agresiones físicas y verbales, hasta llegar al divorcio.
"Es necesario que un matrimonio se separe cuando es disfusional, cuando uno de ellos tiene una afinidad homosexual. Si por el tema de los hijos no deseen separarse, pues cada quien que respete su vida", aconseja Gutiérrez Lanzas.
Sin embargo advierte que "la víctima va a descargar su frustración, va a querer destruir a la persona que ha revelado o han descubierto ser homosexual. Es necesario que esta persona busque a un especialista".
•Muchos nicaragüenses deciden salir de su patria en busca un trabajo que les permita salir de la pobreza. Sin embargo, algunos buscan además países más tolerantes con su opción sexual
Por Eveling Lambert y Erika Gertsch Romero (laprensa.com.ni, 11/4/2010)
En el salón de su casa destacan dos muñecos que alguna vez estuvieron sobre un pastel de boda. Tan sonrientes, tan vestidos de gala, tan en pareja, tan masculinos. En la pared, también hay varios retratos que difieren de los clásicos retratos de boda, precisamente en eso: en lo masculino de la pareja de recién casados.
Ha transcurrido un año y cinco meses desde que Alberto Cortez, de 26 años, decidió casarse con otro hombre, el español Rafael Díaz. Para hacerlo dejó su natal Nicaragua y emigró a Plasencia, España, donde espera vivir libremente su orientación sexual.
"Son muchas las personas que se atreven a juzgarnos, condenándonos a vivir en el silencio. Por eso decidí tomar mis maletas e irme. Estoy segura que en Nicaragua jamás iba a poder ser feliz con mi pareja, pues sólo nos regalan ofensas", asegura Cortez.
Él nació en el occidente de Nicaragua, es comunicador social y afirma abiertamente ser gay. "Yo negaba en mi país ser homosexual por miedo al rechazo; sin embargo, jamás me lo negué a mí mismo".
Cortez se fue del país el 18 de marzo de 2008. Tuvo que cruzar el mar y dejar atrás un pasado de secretos. Con nostalgia dejó su pueblo, su familia y renunció a su trabajo. "Estaba triste, no sabía cuándo regresaría", recuerda.
Para Samira Montiel, Procuradora Especial para la Diversidad Sexual en Nicaragua, la historia de Alberto es la historia de muchos otros nicaragüenses.
"No existe un control de cuántos emigran por año, pero puedo asegurar que la migración en la comunidad homosexual es común en países como el nuestro, porque todavía a la población y a los gobernantes les cuesta entender que existe una minoría poblacional que exige ser respetada", expresó la procuradora.
Montiel, quien es la primera lesbiana en ocupar un cargo como defensora de los derechos humanos de los gays, bisexuales y transgéneros en América Latina, asegura que en nuestro país los abusos en la comunidad lésbico-gays trascienden al papel que desempeñe un gobierno porque es una situación cultural.
La llamada "migración rosa" es una realidad en el mundo. Según la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA), 72 países del mundo dictan prisión a los homosexuales, cinco los condenan a pena de muerte al comprobar que son lesbianas, gays o transgéneros y sólo 24 países reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Pero Cortez no esperaría que en Nicaragua reconocieran el matrimonio entre personas del mismo sexo. Su novio español, a quien conoció por internet, esperaba por él.
"Un amigo en común nos presentó, empezamos a chatear todos los días, después fue el teléfono, hasta que nos dimos cuenta que estábamos enamorados", expresa emocionado.
Después de seis meses de relación virtual, el nicaragüense empezó su vida de inmigrante.
Sin embargo para la defensora de los homosexuales, la emigración a países que respetan la diversidad sexual no necesariamente es una mejora en la calidad de vida.
"Nosotros somos de un país subdesarrollado, donde enfrentamos el problema de ser inmigrantes. Aún después de casados, siempre será más difícil para éstos ser respetados o tener puestos de trabajos a fin a sus conocimientos", expresó Montiel.
Cortez es chef de cocina, y asegura estar satisfecho con la vida que lleva al lado de su esposo Rafael. Sin embargo, ahora que está en trámite su residencia para ser una "ciudadana española", desea seguir estudiando, para trabajar en un futuro como comunicadora social.
Según el embajador de Nicaragua en España, Augusto Zamora, no existe estadística de nicaragüenses homosexuales casados con españoles. Pero sostiene que "en nuestro país, aunque la homosexualidad no tiene la permisividad y tolerancia que en Europa, tampoco tiene los mismos niveles de crítica y de persecución que hay en otras partes del mundo".
En noviembre de 2007, los diputados de la Asamblea Nacional aprobaron en su totalidad el nuevo Código Penal Nicaragüense, a su vez derogaron el artículo 204 que tipificaba como "sodomía" y se castigaba con uno a tres años de cárcel a los homosexuales.
Pese a este cambio legislativo, la procuradora de la diversidad sexual asegura que no es suficiente para detener la inmigración de la comunidad gay, pues "La óptica conservadora en términos religiosos con que se ve a la homosexualidad fomenta los crímenes de odio".
"El año pasado asesinaron a tres compañeras transgéneras; una en Matagalpa, otra en Carazo y una Masaya", asegura Montiel.
Por tal motivo, Cortez dice estar feliz con el destino que eligió. "Aquí (en España) puedo ser yo mismo, agarrar de la mano y besar a mi esposo".
Roberto Martínez, no corrió tan largo. Éste hombre de 36 años, partió hace un año hacia Colombia, y decidió no regresar a casa, tras darse cuenta que "siempre he sido gay, lo que pasa es que nadie me había ayudado a descubrirme, hasta que conocí a Manuel, mi actual pareja".
Dejó su familia un 25 de febrero del 2009. Tomó su maleta y prometió a sus dos hijos no perder el contacto. "Les estaré llamando, pórtense bien", aconsejó Roberto, antes de tomar el taxi que lo llevaría al Aeropuerto Augusto C. Sandino.
En ese momento su esposa ignoraba el trasfondo de ese viaje de trabajo que la separaría de su marido.
"Conecté por internet a una persona, mi actual pareja, y él me abrió los ojos. Yo siempre había sido gay, pero tenía que emigrar para poder realizarme como persona. Es así que logré conseguir trabajo en mi rama que es el marketing y me fui para Colombia, donde tampoco nos permiten casarnos, pero al menos, podemos caminar tranquilos por la calle, sin ser mal vistos", afirma Martínez.
Roberto no soportó la tensión y decidió aclararle la situación a su esposa por la ley. Vía telefónica le confesó que no regresaría por mucho tiempo a Nicaragua, al menos a vivir con ella. "Estoy seguro que mis hijos algún día lo entenderán, aunque ella (su aún esposa) sienta un gran odio por mí, no se atreverá a decirle a los niños el por qué no he regresado", asegura.
Según la psicóloga Ledia Gutiérrez, especialista en tratar temas de parejas disfuncionales por la homosexualidad, "hay cantidades de homosexuales que se casa para aparentar ser heterosexuales y entonces hacen su familia, sus hijos y a la par andan con una persona de su mismo sexo".
Gutiérrez asegura que ella ha atendido casos de mujeres y hombres que se dan cuenta y se hacen los desentendidos por mantener las apariencias.
"Yo tengo muchas pacientes lesbianas que han sido casadas y que han tenido sus hijos. Ellas se han reprimido o muchas veces buscan su pareja y viven un relación a escondidas, otras ya han emigrado para poder vivir se sexualidad plenamente", expresó la especialista.
Sin embargo, cuando una de las dos personas se da cuenta de la afinidad sexual de su pareja, empiezan las frustraciones, las agresiones físicas y verbales, hasta llegar al divorcio.
"Es necesario que un matrimonio se separe cuando es disfusional, cuando uno de ellos tiene una afinidad homosexual. Si por el tema de los hijos no deseen separarse, pues cada quien que respete su vida", aconseja Gutiérrez Lanzas.
Sin embargo advierte que "la víctima va a descargar su frustración, va a querer destruir a la persona que ha revelado o han descubierto ser homosexual. Es necesario que esta persona busque a un especialista".
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