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SENTIDO G - Asfalto fue censurada en los sesenta y su autor, condenado a tres meses de prisión por tocar un tema tabú: la homosexualidad. Hoy es objeto de homenajes y ediciones aquí y en el extranjero. La historia de un auténtico artista.
“Yo ni sabía que se podía prohibir un libro”, dice Renato Pellegrini ahora, cuando ya todo pasó, pero eso no significa –ni mucho menos– que todo eso que pasó no importe. Importa y cómo. Renato Pellegrini fue una estrella de la literatura argentina aunque su luz, la del cometa, se apagó a finales de los 60 y es ahora, cuando el siglo XXI ya es costumbre, que vuelve a brillar como antes, más que antes.
La novela que escribió entre 1960 y 1963 y que publicó en 1964 tuvo un pedido de captura. Se llamó Asfalto y fue un best seller, el libro del que todo el mundo hablaba hasta que llegó el silencio.
Ya su amigo Manuel Mujica Láinez se lo había anticipado cuando en el bar La Fragata de Corrientes y San Martín, sin sentarse, escribió el prólogo del libro, guardó la lapicera y le dijo: “No te lo firmo porque con este libro te meterán preso y yo no quiero verme metido en ese lío”. “Pero yo lo tomé como una broma”, dice ahora Pellegrini y se ríe, como si hubiese comenzado una travesura hace 45 años y recién ahora lo descubrieran.
¿De qué trataba Asfalto para haber escandalizado tanto? Eduardo Ales, un joven pobre de 17 años llega a Buenos Aires desde Córdoba. No lo marean las luces de la gran ciudad sino todos esos hombres que en igual medida le ofrecen protección y sexo oscuro, clandestino, imágenes paternas e imágenes libidinosas. Un viaje existencialista que aún hoy suena moderno, profundo, irreverente. Mucho más de lo que se puede decir de la mayor parte de la literatura argentina contemporánea.
Nadie hasta ese momento había escrito en Argentina tan claramente sobre el tema tabú: la homosexualidad: “Yo vine a los 17 años a Buenos Aires, conocí a Abelardo Arias y otros escritores. Había toda una serie de muchachos gays pero nadie se animaba a escribir nada sobre el tema. Y yo les preguntaba por qué no lo hacían, si eran escritores y tenían material para hacerlo. Pero no. Incluso el mismo Abelardo había hecho Árboles talados, donde disimuló el tema. No faltaba nada. De Manucho no hablemos porque tenía otra vida, no se podía meter en esto”.
Fue tal el impacto que causó Asfalto que Carlos Fontanarrosa, director por ese entonces de la revista Gente mandó que le hicieran un reportaje que Renato contestó paseando por la ciudad. Sólo salió en el número 0, jamás fue publicado para el gran público. Los críticos de diarios y revistas no quisieron hablar del libro del que hablaba toda la ciudad. Ni Ernesto Schóo en Primera Plana ni Roberto Di Chiara en Clarín lo hicieron.
“Era muy amigo de Oscar Hermes Villordo. Cuando sale el libro me llama para que hablemos, quería hacer la crítica. Pasé por La Nación, donde él trabajaba. Charlamos tres horas. Todavía hoy estoy esperando que saque la crítica. Veinte años después, Villordo era el campeón de la homosexualidad. ¡Cómo las cosas cambian! En ese momento ni se animó a comentar la novela.”
Asfalto fue la segunda novela de Pellegrini, la primera Siranger, había sido un éxito. Sin embargo, nunca dejó de trabajar en Fabricaciones Militares, en donde nadie sabía que era escritor. “Todo era hipocresía, era todo tremendo, muy complicado. No había una cosa definitiva, no es que un muchacho era gay, era afeminado. Para encontrarte con alguien, bueno, había códigos de miradas, tenías que estar en el engranaje. Que la cosa fuera un poco tapada, lo hacía más interesante”, dice y ríe y no abre ninguna puerta a la intimidad.
El escándalo lo apartó de la escritura por un tiempo, se dedicó a otras aventuras de las que no larga prenda porque piensa contarlas en su próxima novela.
En 2004 y con mucho esfuerzo, se reeditó la novela y a partir de ahí, los estudios internacionales primero y las nuevas generaciones de lectores después lo están ubicando en el lugar que siempre mereció: un adelantado que no sólo habló de lo que nadie habló. También lo hizo como lo que es, un gran, gran artista.
SENTIDO G - Asfalto fue censurada en los sesenta y su autor, condenado a tres meses de prisión por tocar un tema tabú: la homosexualidad. Hoy es objeto de homenajes y ediciones aquí y en el extranjero. La historia de un auténtico artista.
“Yo ni sabía que se podía prohibir un libro”, dice Renato Pellegrini ahora, cuando ya todo pasó, pero eso no significa –ni mucho menos– que todo eso que pasó no importe. Importa y cómo. Renato Pellegrini fue una estrella de la literatura argentina aunque su luz, la del cometa, se apagó a finales de los 60 y es ahora, cuando el siglo XXI ya es costumbre, que vuelve a brillar como antes, más que antes.
La novela que escribió entre 1960 y 1963 y que publicó en 1964 tuvo un pedido de captura. Se llamó Asfalto y fue un best seller, el libro del que todo el mundo hablaba hasta que llegó el silencio.
Ya su amigo Manuel Mujica Láinez se lo había anticipado cuando en el bar La Fragata de Corrientes y San Martín, sin sentarse, escribió el prólogo del libro, guardó la lapicera y le dijo: “No te lo firmo porque con este libro te meterán preso y yo no quiero verme metido en ese lío”. “Pero yo lo tomé como una broma”, dice ahora Pellegrini y se ríe, como si hubiese comenzado una travesura hace 45 años y recién ahora lo descubrieran.
¿De qué trataba Asfalto para haber escandalizado tanto? Eduardo Ales, un joven pobre de 17 años llega a Buenos Aires desde Córdoba. No lo marean las luces de la gran ciudad sino todos esos hombres que en igual medida le ofrecen protección y sexo oscuro, clandestino, imágenes paternas e imágenes libidinosas. Un viaje existencialista que aún hoy suena moderno, profundo, irreverente. Mucho más de lo que se puede decir de la mayor parte de la literatura argentina contemporánea.
Nadie hasta ese momento había escrito en Argentina tan claramente sobre el tema tabú: la homosexualidad: “Yo vine a los 17 años a Buenos Aires, conocí a Abelardo Arias y otros escritores. Había toda una serie de muchachos gays pero nadie se animaba a escribir nada sobre el tema. Y yo les preguntaba por qué no lo hacían, si eran escritores y tenían material para hacerlo. Pero no. Incluso el mismo Abelardo había hecho Árboles talados, donde disimuló el tema. No faltaba nada. De Manucho no hablemos porque tenía otra vida, no se podía meter en esto”.
Fue tal el impacto que causó Asfalto que Carlos Fontanarrosa, director por ese entonces de la revista Gente mandó que le hicieran un reportaje que Renato contestó paseando por la ciudad. Sólo salió en el número 0, jamás fue publicado para el gran público. Los críticos de diarios y revistas no quisieron hablar del libro del que hablaba toda la ciudad. Ni Ernesto Schóo en Primera Plana ni Roberto Di Chiara en Clarín lo hicieron.
“Era muy amigo de Oscar Hermes Villordo. Cuando sale el libro me llama para que hablemos, quería hacer la crítica. Pasé por La Nación, donde él trabajaba. Charlamos tres horas. Todavía hoy estoy esperando que saque la crítica. Veinte años después, Villordo era el campeón de la homosexualidad. ¡Cómo las cosas cambian! En ese momento ni se animó a comentar la novela.”
Asfalto fue la segunda novela de Pellegrini, la primera Siranger, había sido un éxito. Sin embargo, nunca dejó de trabajar en Fabricaciones Militares, en donde nadie sabía que era escritor. “Todo era hipocresía, era todo tremendo, muy complicado. No había una cosa definitiva, no es que un muchacho era gay, era afeminado. Para encontrarte con alguien, bueno, había códigos de miradas, tenías que estar en el engranaje. Que la cosa fuera un poco tapada, lo hacía más interesante”, dice y ríe y no abre ninguna puerta a la intimidad.
El escándalo lo apartó de la escritura por un tiempo, se dedicó a otras aventuras de las que no larga prenda porque piensa contarlas en su próxima novela.
En 2004 y con mucho esfuerzo, se reeditó la novela y a partir de ahí, los estudios internacionales primero y las nuevas generaciones de lectores después lo están ubicando en el lugar que siempre mereció: un adelantado que no sólo habló de lo que nadie habló. También lo hizo como lo que es, un gran, gran artista.
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