.
Pensiones para 50 gays víctimas del franquismo
NATALIA JUNQUERA ( El País 15/11/2007 )
España se convirtió ayer en el primer país que reconoce la persecución de los homosexuales. El Congreso aprobó una partida presupuestaria de dos millones de euros para resarcirles de la persecución sufrida por las leyes franquistas de Vagos y Maleantes (desde 1954) y la Rehabilitación y Peligrosidad Social, vigente desde 1970 a 1979, ya durante la democracia.
"Estamos muy contentos. Habíamos pedido cuatro millones y nos han dado dos, pero es suficiente porque, desgraciadamente, la mayoría ha muerto. De los 4.000 homosexuales presos durante el franquismo, sólo se beneficiarán de esta indemnización 50", dijo Antonio Ruiz, presidente de la Asociación de Ex Presos Sociales. Gracias a una enmienda de IU a los presupuestos, las víctimas recibirán 12.000 euros y una pensión de 800 euros al mes.
Pensiones para 50 gays víctimas del franquismo
NATALIA JUNQUERA ( El País 15/11/2007 )
España se convirtió ayer en el primer país que reconoce la persecución de los homosexuales. El Congreso aprobó una partida presupuestaria de dos millones de euros para resarcirles de la persecución sufrida por las leyes franquistas de Vagos y Maleantes (desde 1954) y la Rehabilitación y Peligrosidad Social, vigente desde 1970 a 1979, ya durante la democracia.
"Estamos muy contentos. Habíamos pedido cuatro millones y nos han dado dos, pero es suficiente porque, desgraciadamente, la mayoría ha muerto. De los 4.000 homosexuales presos durante el franquismo, sólo se beneficiarán de esta indemnización 50", dijo Antonio Ruiz, presidente de la Asociación de Ex Presos Sociales. Gracias a una enmienda de IU a los presupuestos, las víctimas recibirán 12.000 euros y una pensión de 800 euros al mes.
8 σχόλια:
Fernando Olmeda : «El régimen franquista persiguió a sangre y fuego a los homosexuales»
La Nueva España - 15/03/2005
Elena FERNÁNDEZ-PELLO
Fernando Olmeda (Madrid, 1962) es un rostro familiar para los espectadores de los telediarios del fin de semana de Telecinco. También es el autor de «El látigo y la pluma», un libro que ayer presentó en Foro Abierto y en el que ha echado mano de sus recursos periodísticos para sacar a la luz las historias de quienes vivieron su condición de homosexuales durante el régimen franquista que el define como «castrense y castrador». Algunos de sus protagonistas, dice, aún sienten miedo y sus heridas más hondas no son las producidas por las torturas sino las de la humillación social a las que se les sometió.
-¿Cuáles fueron sus motivaciones para escribir este libro?
-He querido investigar en otros terrenos del periodismo. Además fue iniciativa de Anaya, dentro de la colección «La buena memoria». Hasta ahora, se habían escrito libros de temática gay y lésbica pero minoritarios, desde la militancia o el victimismo. A mí me interesaban las luces y las sombras, las historias de persecución, y también las de supervivencia.
-No hay morbo ni más dramatismo de lo imprescindible en estas historias.
-He querido ser sólo un intermediario. Las historias aparecen tal y como han sido contadas y sus protagonistas consideran que ha llegado el momento de hablar, de recuperar la dignidad y la memoria. La transición postergó muchos asuntos y éste es un buen momento para ser escuchados.
-¿Por qué perseguía a los homosexuales el régimen franquista?
-A los primeros que liquidó el franquismo fue a los leales a la República, pero a Franco no le bastaba y siguió con el control de la moral social, que respondía a la alianza con la Iglesia católica, un acuerdo interesado y la base del régimen: una España de espada y sacristía. Hay un hecho muy significativo: antes de las Navidades se retiraba de la calle a las prostitutas y a cualquiera con un poco de «pluma», por higiene social.
-Ha hablado en alguna ocasión del homoerotismo latente de aquel régimen.
-Había prácticas homosexuales, que para mí tienen carácter de normalidad, y abusos sexuales. Se persigue a sangre y fuego lo que el régimen permite internamente, se ceba en los débiles. Cuando en la Policía se detectaba un caso de homosexualidad, se arreglaba con un traslado. Preston habla de «Paca la Culona», sobrenombre que daban a Franco algunos militares, que se mofaban de su voz atiplada y sus manos finas.
-Es decir, que entre las clases acomodadas la homosexualidad se toleraba.
-Todo es consecuencia de la doble moral. En los primeros años del régimen estaba instituida la figura de la querida, una doble moral que se extiende a todas las conductas. Se hacía la vista gorda con el artisteo. En los años cuarenta se apaleaba a Miguel de Molina, luego se les tolera y, como en el caso de Luis Mariano, servían para mostrar el carácter abierto del régimen. Muchos artistas homosexuales hacían las delicias de Franco en El Pardo el 18 de julio.
-En las detenciones, ¿a qué leyes se apelaba?
-A la de Vagos y Maleantes hasta los años setenta y después a la de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Al principio se les detenía no por ser homosexuales sino por prostitución, robo..., luego se considera que la práctica homosexual es un delito y después que lo es ser homosexual. Las detenciones las realizaban la Guardia Civil y la Policía de la forma más sencilla: te veían o alguien te delataba. La sospecha era suficiente.
-¿No se exigían pruebas?
-No, eran frágiles, estaban desarmados. Bastaba con frecuentar un bar, un ademán... y era más peligroso en los núcleos pequeños.
-Era más fácil sobrevivir en las grandes ciudadesÉ
-Sí, y había grandes diferencias entre el Norte y el Sur. En el Sur el mariquita era un rol social aceptado, un objeto de burla. El fenómeno de la emigración del campo a la ciudad es muy interesante. Escapaban a las grandes ciudades y encontraban en ellas espacios de relación.
-¿Emigraban a Europa?
-Lo que hubo fue muchos solteros que se fueron y en aquellos países encontraron una atmósfera que les permitió descubrir sus tendencias sexuales.
-¿Cómo era la relación en las cárceles entre los homosexuales y los presos políticos? ¿Encontraron apoyo en ellos?
-No les tenían ningún aprecio. Ellos estaban embarcados en una lucha ideológica y no admitían ninguna debilidad que pudiera abrir una vía de ataque.
-¿Y el lesbianismo?
-No había más educación que la sexual reproductiva, no había lenguaje para hablar de ello ni referentes sociales, ni lugares donde ir, ni podían cruzar la frontera. El descubrimiento de la homosexualidad se hacía de modo íntimo, en el colegio o la familia. Eran nubes que nos venían, decía una mujer con la que hablé.
Fernando Olmeda reivindica en un libro el honor de los perseguidos durante el franquismo por su condición sexual
Este periodista recoge en 'El látigo y la pluma' cien testimonios reales y numerosos documentos
El periodista Fernando Olmeda, que actualmente es editor y presentador de la edición fin de semana de Informativos Telecinco, reivindica en 'El látigo y la pluma' (Editorial Oberon) el honor de los perseguidos durante el franquismo por su condición sexual. En el libro, el autor reconstruye la realidad de la época, se sumerge en sus catacumbas y, de la mano de los protagonistas, de las víctimas, revela el daño que causó el régimen de Franco a cuantos consideró sus enemigos, los homosexuales entre ellos.
"Tenía ganas de investigar otros territorios periodísticos además del de la televisión, y había poco escrito sobre las persecuciones por motivos sexuales durante el franquismo, por lo que reuní todo lo escrito, realicé entrevistas y busqué documentos nuevos", explicó hoy en rueda de prensa este profesional de la Información, que también es autor de 'Españoles de Oro' (1999) y coautor de 'Medios de comunicación, sociedad y educación' (2001).
"Muchos homosexuales sobrevivieron en espacios de placer clandestino, otros llevaron una doble vida, otros fueron a la cárcel...", prosiguió Olmeda quien denunció "la doble moral y la indecencia" de la dictadura, "que justificaba la homosexualidad cuando este comportamiento se daba entre curas, policías, militares...", recordó.
En esta misma línea, este escritor y periodista afirmó que la persecución de los homosexuales por parte del régimen mostraba "debilidades que no se podían permitir en el ejército vencedor". Además, señaló que tampoco hay que olvidar "la mala educación, de la España de la espada y la sacristía, que recibieron nuestros abuelos y padres y que aún estamos pagando", aseguró.
MAQUINARIA REPRESIVA
En definitiva, Olmeda indicó que los 100 testimonios que recoge el libro, así como los documentos, entre los que se encuentran expedientes de peligrosidad que no han visto la luz hasta ahora, "reflejan la siniestra maquinaria represiva del régimen". "El tema del libro es tan de actualidad que no sabía cómo terminarlo", añadió un escritor que también recoge en la obra el vacío legal existente tras la caída del régimen.
Por su parte, Eduardo Mendicutti, encargado de presentar 'El látigo y la pluma', manifestó que esta obra es "necesaria para recuperar la memoria". "Es un libro político en el mejor sentido de la palabra, lo que no está reñido con el corazón y la emoción que contienen, ya que el compromiso político se transforma en solidaridad", añadió un escritor convencido de que "no hace falta ser homosexual para compartir e indignarse" con los que la obra cuenta.
Mendicutti defendió "a la vanguardia de la salida del armario", así como a la gente de la calle que ofrece sus testimonios en 'El látigo y la pluma'. A su vez, destacó "la vitalidad y la disidencia política que no se dejó vencer", a la vez que subrayó como Olmeda recoge el rechazo de la izquierda franquista hacia los homosexuales.
Finalmente, el también escritor Rafael Torres, director de la Colección La Buena Memoria, dentro de la cual se ha editado la obra de Olmeda, indicó que ésta "persigue la memoria buena, que es la de los que vivieron la historia". "Este libro permite entender el sufrimiento de los perseguidos. Resucita las biografías destrozadas por el franquismo", concluyó.
Homosexuales bajo el franquismo
MARTIN PRIETO (El Mundo, 28/12/2003)
Redada de violetas. La represión de los homosexuales durante el franquismo
Arturo Arnalte / La Esfera de los Libros
Conocí a Jerónimo Saavedra-Acevedo cuando era rector de la Universidad de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife) y, tropezándole en las regias escalinatas me dirigí a él como a Saavedra-Fajardo, en un lapsus lingüe en el que debió influir que él bajaba y yo subía.«Aquél fue otro», me contestó con la cortesía que le caracteriza.
Luego, ya como ministro, no recuerdo si de Administraciones Públicas o de Educación y Ciencia, estuvo una noche de fiesta en mi casa, riendo y bailando, dándonos a lo lúdico y haciendo abstracción temporal de las ruinas de la política. El doctor Saavedra (también ex presidente de la Autonomía Canaria), recibió un golpe tremendo en unas fechas como éstas en las que pasaba unos días de descanso en una isla canaria junto a su pareja. La Guardia Civil le despertó al amanecer para comunicarle que el hombre con el que pasaba sus vacaciones había muerto de madrugada en un accidente de automóvil.Jerónimo Saavedra se hizo a sí mismo la promesa de que nunca más disimularía su homosexualidad, tras la visita de la muerte a quien todo hace igual; como el caballero que es: sin los exhibicionismos que igualarían a los alardes sentimentales de los heterosexuales y con el reivindicativo dolor de corazón de quien ha perdido tan inesperada y trágicamente a su amante.
Y es que lo único que no me gusta de Redada de violetas. La represión de los homosexuales durante el franquismo. (Ed. La Esfera de los Libros, que Ymelda Navajo ha llevado al éxito en tan poco tiempo) es su portada: una pareja de hombres travestidos de folclóricas de faralaes tocadas con sombrero andaluz, que dan una imagen regional (como si el homosexualismo tuviera algo que ver con el andalucismo) y que no transmiten el drama al que los aquí mal llamados gays fueron sometidos muy poco alegremente por el franquismo y lo que nos queda aún de franquismo sociológico.Pero la falta de satisfacciones sociales en la opción sexual de Alejandro Magno, Julio César y Marco Antonio o Miguel Angel o Leonardo da Vinci (interminable) son satisfechas en este libro primero por el citado prologuista y luego por el epiloguista, Pedro Zerolo, concejal socialista por Madrid y apologeta de las bodas homosexuales. De niño asistí a un crimen (¿homosexual?) en unos céntricos urinarios públicos de Madrid. La policía lo tuvo fácil: tiró del registro de vagos y maleantes en el que fichaba a los homosexuales y empezó a repartir bofetadas y vejaciones hasta que uno, derrumbado, dio la pista del asesino, que lo había sido por celos. Ni siquiera le juzgaron por el entonces vigente, aunque aberrante, crimen pasional.
La homofobia franquista necesita de una antropología. El nazismo imperante mandó con triángulos rosas a los campos de concentración a los de sexualidad distinta, pero la jerarquía nazi estaba trufada, al menos, de bisexuales, y el culto al cuerpo inducido a las SS propició el amor griego. Entre nosotros la cosa no llegó al exterminio, pero la latente homosexualidad del propio Franco (quien debió de su etapa africanista temer el placer por los efebos del Corán; la homosexualidad siempre es miedo) y del fundador del fascismo español, José Antonio de Rivera, a quien pese a ser fusilado a los 33 años nunca se le conoció mujer, ni por asomo, y sí su lealtad-amor y compañía por sus jóvenes escuadristas, a más del machismo generalizado de la Guerra Civil en la que la izquierda en armas no dudó en fusilar milicianas por putas y sifilíticas.
Aunque el libro se refiera a la represión franquista, la homofobia no es problema de derechas-izquierdas (la revolución rusa arrasó con los distintos), sino de la intolerancia de ambas, nutridas paradójicamente de munición por un catolicismo (no cristianismo) que ve a Satanás entre el amor de dos hombres o dos mujeres.
Este libro de un historiador como Arturo Arnalte devuelve la dignidad que se adquirió en una represión despreciable y brutal contra los maricones del franquismo que no tenían derecho ni a llamarse «gays», término aún no inventado. Yo creo que no por otra cosa a don Jacinto Benavente (que tuvo una hija) se le prohibía firmar otra cosa que como «El autor de la malquerida». En una calle de Madrid un chulo, al cruzársele, le dijo: «Yo no le cedo el paso a un maricón». Benavente le contestó muy educado: «Yo sí, yo sí se lo cedo a usted, con mucho gusto».
Sin embargo no sé si la legítima reivindicación homosexual y lésbica esté dando sus mejores pasos con cabalgatas carnavalescas, portadas como la de este oportuno libro, y cuotas del otro amor como las que se dan en nuestras televisiones públicas y privadas.Se impuso por ley, tradición y religión el matrimonio heterosexual y no deben seguir los homos por el mismo camino: de intolerancia y diferenciación impositiva. El libro queda abierto: cuenta lo que pasó bajo una dictadura impresentable y, quizá y no para mi gusto, decadentes anécdotas hacia lo cómico, aunque a lo peor no fuera de otra manera.
Hoy la homosexualidad ha de ser otra forma de ejercer la afectividad entre los seres, sea cual fuera su naturaleza. Sin necesidad de que haya cuota de gays en las televisiones como hay cuota femenina en la política. Excesos expresivos como los de tantos heterosexuales, están de más; y defectos tímidos como los de muchos homosexuales, están de menos. Me quedo con Jerónimo Saavedra y su terrible anécdota: ante el ingreso ominoso de la muerte en tu espacio, ten el valor de mostrarte tal cual sois. Que Dios se lo haya consolado.
La persecución de gays durante el franquismo. 5.000 vidas fichadas. Las leyes de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad Social se aplicaron a gays y transexuales hasta 1979
EL PAÍS - Sociedad - 20-12-2004
E. DE B. - Madrid
Al menos 5.000 personas fueron detenidas por actos o actitudes gays, lésbicas o transexuales durante el franquismo, según el recuento de Antoni Ruiz, presidente de la Asociación de Ex Presos Sociales. Pero este número es sólo una aproximación, porque los historiales están dispersos por las distintas cárceles, hubo quienes no llegaron a ser encarcelados, y en otros casos la condena alegaba en vez de homosexualidad delitos como prostitución, matiza el periodista Arturo Arnalte, autor del libro Redada de violetas.
Al principio se los encarcelaba por escándalo público, aunque el delito se hubiera cometido en el dormitorio de la vivienda propia. La figura delictiva de la homosexualidad aparece en 1954, con su inclusión en la Ley de Vagos y Maleantes. "A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos mentales o lisiados, se les aplicarán para que cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes: a) Internado en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales, y en todo caso, con absoluta separación de los demás. b) Prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio. c) Sumisión a la vigilancia de los delegados", decía la ley.
La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970 dio a la persecución un enfoque más humanista: dar tratamiento. Fue entonces cuando se establecieron dos penales, los de Badajoz y Huelva, para rehabilitar a los homosexuales masculinos (las lesbianas, que sufrieron una fuerte represión social, ni siquiera se consideran). Los presos se dividían según sus tendencias: los "pasivos", a Badajoz, y los "activos" a Huelva. "La supuesta rehabilitación empezaba y acababa en esta selección", dice Arnalte.
A partir de esta época es más fácil hacer un seguimiento de la represión. Las penas de prisión iban de tres meses -"que se aplicaba la mayoría de las veces", según Arnalte -a cuatro años. A esta condena se solía añadir una de destierro de hasta dos años. "Es cuando aparece la casilla de 'homosexual peligroso' en las fichas", apunta el escritor. Existe constancia de unas 30 o 40 condenas al año. Además de los centros de Badajoz y Huelva, "en todas las cárceles grandes había una galería de invertidos", señala Arnalte. En Carabanchel, era la última planta. En Ocaña, los homosexuales eran enviados a cocina o lavandería en vez de ir a picar piedra, señala Juan Soto en su autobiografía Un hombre llamado Kathy.
La persecución no fue sistemática. "Tenía un sesgo de justicia de clase. Los que pagaban eran siempre gente muy modesta: camareros, agricultores; los señoritos casi nunca", apunta el periodista. A veces el factor decisivo era el balance de cada comisaría. "Cuando un policía quería hacer méritos detenía a gays pobres", afirma Arnalte.
La Ley de Peligrosidad Social sobrevivió al franquismo. En 1978 todavía se aplicó oficialmente a tres personas. En total, unos 1.000 homosexuales fueron encarcelados por esta ley, que estuvo en vigor nueve años. "Somos los olvidados de la transición", se queja Ruiz.
ANTONI RUIZ PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE EX PRESOS SOCIALES
«Mi madre le pidió consejo a una monja sobre mi homosexualidad y ella me denunció»
Antoni Ruiz estuvo preso en la cárcel de peligrosidad social de Badajoz por su condición sexual en 1976
ARACELY R. ROBUSTILLO/BADAJOZ
Todavía se le llenan los ojos de lágrimas al recordarlo. Han pasado más de 30 años desde entonces, pero en su memoria y su retina, los recuerdos desafían el paso del tiempo indelebles. El valenciano Antoni Ruiz volvió ayer al escenario de aquellos días: la cárcel de peligrosidad social de Badajoz, hoy convertida en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC), para ofrecer su testimonio en el congreso 'Represión Franquista de la Homosexualidad'.
Antoni tenía 17 años cuando ingresó en aquella prisión. En su expediente penitenciario, que ha entregado al MEIAC, figura un único delito: su homosexualidad. A día de hoy, asegura que ha recuperado la tranquilidad y la felicidad, después de la reconciliación, y afirma, alto y claro, que aquellos que un día le arrebataron la libertad nunca consiguieron que dejara de ser y sentirse libre.
-Asiste usted al congreso 'Represión Franquista de la Homosexualidad' en Badajoz, que se celebra precisamente en el lugar donde años atrás estaba la cárcel de peligrosidad social donde estuvo preso, ¿cómo se siente?
-Esta es la tercera vez que vuelvo a esta ciudad. Me sigue poniendo nervioso estar en este edificio, son muchos recuerdos y muchas imágenes las que se me vienen a la cabeza, pero sin duda esta es la vuelta más satisfactoria. La primera vez que vine fue esposado y en un furgón de la Guardia Civil. Esta es, sin duda, muy diferente.
-Tenía usted 17 años cuando ingresó en prisión por su homosexualidad, ¿qué le pasó por la cabeza en ese momento?
-Terror y miedo ante la incertidumbre de no saber lo que te va a suceder. El único 'delito' que yo cometí fue declararme homosexual ante mi familia.
-No debía ser muy 'normal' en aquella época que un chaval menor de edad expusiera libremente su condición de homosexual...
-Quizás fue una imprudencia por mi parte, pero así lo sentía y así lo expresé, porque pensé que mi deber como hijo era ser lo más claro posible con mi madre, y así lo hice. Mi familia, lógicamente, se lo tomó muy mal, porque en aquel momento la sociedad española era muy machista y tenía muy poco conocimiento sobre la homosexualidad.
-¿Quién le denunció?
-Mi madre le pidió consejo a una monja, ella fue la que me denunció ante la brigada criminal de Valencia. La religión católica en España ha tenido, y tiene, por desgracia, mucho que ver con la represión.
-¿Qué pasó después?
-Estuve tres días en los calabozos de la futura central de policía de Valencia, después me trasladaron a la prisión modelo de la misma ciudad y más tarde a la de Carabanchel.Cuando finalmente llegué hasta Badajoz, había transcurrido un mes. Pasé pánico, rodeado de todos aquellos presos que sí habían cometido delitos, incluso de sangre. Yo nunca sentí que hubiera hecho nada para estar entre ellos.
-¿Cómo fue su llegada a Badajoz?
-Llegué a finales de marzo de 1976 y pasé aquí dos meses. Era el mínimo por ser homosexual. La condena era una decisión arbitraria de la junta de clasificación de la propia prisión y del juez. No había ni juicios, ni asistencia letrada. Las decisiones carecían de garantías procesales. Después, si consideraban que te habías rehabilitado, te soltaban, y si no, te aplicaban penas que podían ir desde tres meses más, a tres años. Sabías cuando entrabas, pero no cuando salías. Vivíamos con miedo, cuidando mucho lo que hacíamos porque cualquier incidente podía ser la causa de un parte que agravara la pena.
-¿Cuántos presos cumplían condena por esa misma causa en aquel momento en Badajoz?
-Unos 250 presos homosexuales, algunos, además de por su condición sexual, por diferentes causas.
-¿Qué delito le imputaron a usted?
-La homosexualidad. Suena muy fuerte, pero ese fue el único 'delito' que yo 'cometí'.
-¿Cómo era el día a día en la cárcel?
-Vivíamos con una inconsolable sensación de tristeza, en unas condiciones muy precarias: mala alimentación, frío, chinches, piojos...Sobrevivíamos como podíamos. Nos ayudábamos los unos a los otros, los que conservábamos la cordura, porque algunos presos, que repetían condena y llevaban varios años en la cárcel, terminaron por volverse locos. Lo más importante era salir adelante.
-¿Tenían ustedes alguna 'vía de escape' que les facilitara su estancia en prisión?
-Charlábamos los unos con los otros, ese era nuestro único entretenimiento. No teníamos biblioteca, acceso a periódicos, cine o televisión. Compartíamos la sensación de frustración y de injusticia.
-¿Cumplían algún tipo de trabajo diario?
-Sí. Cosíamos balones de cuero. Era nuestra reeducación y sí que nos ayudaba a que el tiempo pasara un poco más deprisa.
-Cuando se recupera la libertad, después de una vivencia como la suya, ¿cómo se enfrenta uno a la realidad?
-Cuando salíamos a la calle estábamos desterrados a más de 100 kilómetros de nuestra ciudad de origen. De manera que sufríamos la prisión y después el destierro durante un año. Posteriormente, teníamos que presentarnos ante la autoridad competente cada 15 días para nuestro control. El martirio no finalizaba con la salida de prisión.
-¿Cuánto tiempo transcurrió hasta que sintió que volvía a 'encajar' en la sociedad?
-Cuando se me acabo el destierro seguí manteniendo y defendiendo mi homosexualidad, sin importarme si aquella reafirmación podría llevar acarreada una nueva sentencia. Volví a Valencia, y me juré a mi mismo que nunca jamás lo ocultaría y así lo he mantenido. Lo cierto es que, a partir de entonces, nunca se me volvió a molestar, salvo por los consabidos antecedentes policiales y el expediente judicial, que me acompañarán de por vida.
-Mirando atrás, ¿qué le diría a los homosexuales que viven hoy libremente su sexualidad?
-Creo que contar experiencias como la mía y hacerlas públicas nos han ayudado a llegar hasta este punto en el que la situación ha cambiado bastante, para alegría de todos. Como colectivo hemos conquistado muchos derechos 'impensables'.
-¿Qué queda por conseguir?
-Además de la integración social, el único agravio que queda es compensar económicamente a todos aquellos homosexuales que por su condición sexual fueron a la cárcel, y que por esos antecedentes no han podido acceder a ciertos puestos de trabajo. Hay un diálogo abierto con Justicia sobre la cuestión de los expedientes y contamos con el apoyo de todos los grupos parlamentarios. La sociedad española ha avanzado mucho y estamos muy contentos de que así sea. Quién nos iba a decir a mí y a mis compañeros que esta prisión(el MEIAC) dónde tantas penas pasamos, se convertiría un día en un espacio de libertad y de encuentros. Hoy he vivido un día feliz aquí y lo único que siento es que muchos compañeros no estén ya entre nosotros para verlo.
Presecucion en la epoca del franquismo
El periodo dictatorial del franquismo en España, que duró desde 1939 hasta finales de los años 70, era de ideología nacionalcatolica y contaba con la complicidad del facismo falangista y de la Iglesia Catolica. En esta época, Francisco Franco otorga a las autoridades eclesiales el control de la moral pública y privada, que incluye una ética sexual represiva hacia cualquier desviación sobre el modelo imperante de lo masculino o lo femenino.
Consecuentemente con los ideales del gobierno, durante esta etapa de la historia de España, la homosexualidad fue perseguida por la llamada Ley de Vagos y Maleantes, en la cual apareció la homosexualidad desde 1954. En esta ley se decía:
A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos mentales o lisiados, se les aplicarán para que cumplan todas sucesivamente, las medidas siguientes:
a) Internado en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales, y en todo caso, con absoluta separación de los demás.
b) Prohibición de residir en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio.
c) Sumisión a la vigilancia de los delegados
Más tarde, ya en 1970, la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social dio el enfoque de «tratar» y «curar» la homosexualidad. Se establecieron dos penales, uno en Badajoz (a donde se enviaban los pasivos) y otro en Huelva (dónde se enviaban los activos), además, en algunas cárceles solían haber zonas reservadas para los detenidos homosexuales. Un total de unas 5.000 personas fueron detenidas por tener un comportamiento gay durante el franquismo.
articulo extraido de la Wikipedia
NATHAN BAIDEZ PRESENTA SU LIBRO “VAGOS, MALEANTES Y…HOMOSEXUALES”, UN ESTUDIO FUNDAMENTAL
Bajo el título “Vagos, maleantes y…homosexuales”, Baidez analiza y describe con toda rigurosidad y sin complejos un período oscuro y dramático de la historia de España especialmente traumático para un colectivo que se vio abocado al silencio, la vergüenza y las más humillantes vejaciones, tanto por parte del poder establecido como de la propia sociedad e incuso la familia. Sorprende, sin duda, la objetividad de este jovencísimo autor que ha dejado al margen lo emocional, ampliamente literaturizado, para centrarse con toda exactitud en la manera que la homosexualidad era tratada bajo el punto de vista jurídico y médico en esa época. Sólo analizada de esta manera, el lector puede captar con toda exactitud el brutal nivel de represión y deshumanización a la que los homosexuales fueron sometidos.
Nathan Baidez nos regala un exhaustivo recorrido por la Ley de Vagos y Maleantes, una ley republicana promulgada en el año 1933 que tipificaba todas las conductas moralmente reprobables que ofendían a las buenas costumbres (la prostitución, el proselitismo, la mendicidad etc), y que fue modificada en el año 1954 para introducir a los homosexuales de manera explícita; La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, que tenía como objetivo dotar de más medios al sistema judicial para encarcelar y llevar a cabo un proceso de “socialización” de los homosexuales y demás sujetos caídos al más bajo nivel moral; y la filosofía jurídica con las que éstas se aplicaban a los homosexuales; además de describir las técnicas médicas que se utilizaban para “curar” a los “invertidos” en unos años en los que la homosexualidad era considerada como una enfermedad, un delito o peor, un vicio y una desgracia familiar, además de estar catalogada como enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud.
El estudio de Baidez resulta escalofriante, porque está centrado en una concienzuda investigación basada en datos que desconocemos y que nos acercan a una realidad impensable e inaceptable en una sociedad civilizada. El autor ha conseguido interconexionar las diferentes estrategias utilizadas por el régimen franquista para que podamos comprender una realidad que existió y que nadie puede negar. La ideología franquista en perfecta comunión con el poder eclesiástico católico, la legislación y la medicina actuaron como una máquina de precisión perfectamente engrasada que avocó a los homosexuales al silencio por miedo a ser exterminados. Pero, ¿qué fue de esos homosexuales que decidieron vivir su amor prohibido?. Esta fue la pregunta que un día se hizo Nathan Baidez y el estudio nos desvela reveladores ejemplos. Echar la vista atrás y observar como muchos españoles sufrieron los abusos de un régimen inhumano no es fácil, pero Baidez se centra en un colectivo olvidado con el que incluso hoy algunos se niegan a hacer justicia. El silencio, también, de los que no conocen la moral.
Είχε βγάλει ο Λουκάς o Θεοδωρακόπουλος ένα βιβλίο για τους ομοφυλόφιλους κατά τη διάρκεια της δικτατορίας στην Ελλάδα. "ο Καιάδας" ο τίτλος του. Περιγραφή του υπάρχει στο site του Πολύχρωμου Πλανήτη. Δε θυμάμαι Erva, ίσως έχεις κάνει ήδη αφιέρωμα.
Δημοσίευση σχολίου