IDENTIDAD, CUERPO, EXCLUSIÓN Y GAYS
por José Ignacio Pichardo Galán(El rincón del antropólogo)
Homosexualidad
Para Alberto Mira este concepto “parece referirse” a “el deseo y las relaciones sexuales entre individuos del mismo sexo”. El término homosexualidad pertenece a ese grupo de palabras cuyos significados no son unívocos o fijos, sino que lo subjetivo o ideológico contribuyen a darle un sentido determinado: para unos es un acto o conjunto de actos, para otros una identidad social o cultural, para otros una enfermedad, para otros un deseo, para otros un pecado...
Mira piensa que no sólo el concepto, sino también esas realidades a las que parece referirse, han sido siempre parte de una estrategia de demarcación de fronteras y marginación de la diferencia. Se trataría así de una palabra creada desde una perspectiva heterosexista, con el afán de nombrar algo, cuando otros muchos rasgos de la personalidad no reciben ni atención ni etiqueta, y de este modo se crea una otredad con la que un nosotros rechaza cualquier identificación. La homosexualidad se construiría como una identidad cuyo fin sería el de reforzar por oposición un modelo: el de la familia heterosexual supuestamente monógama con fines pro creativos.
Además -indica- no se puede hablar de homosexualidad, sino de homosexualidades, ya que (repasando las manifestaciones del amor o deseo entre individuos del mismo sexo) podríamos ver distintos modelos que se identificarían en cierto sentido con el concepto de homosexualidad, aunque no se puede hacer una identificación absoluta entre cualquiera de ellos: homosexualidad ritual en Melanesia y otras culturas, la pederastia griega, la sodomía en la edad media, el travestismo, el modelo patológico de fines del XIX que considera la homosexualidad como una enfermedad y que perdura en cierto modo hasta nuestros días...
Todos estos modelos enfatizan la marginación, la trasgresión y la condena. En los sesenta surge (principalmente en los países anglosajones) el modelo gay, que supone una definición afirmativa de la homosexualidad. La homosexualidad dice “yo” sin máscaras ni rodeos y se introduce y apropia del concepto de identidad. Hasta ese momento, el rol se definía según un sistema de coordenadas masculino-femenino, los gays defienden un rol que va más allá de ambos y no depende necesariamente de éstos: ser gay es un modo de ser en el mundo legítimo en sí mismo.
El modelo gay se ve contestado en los 90 por el movimiento queer, que cuestiona la posibilidad de una identidad social estable basada en ese deseo entre personas del mismo sexo. Este modelo se basa en su capacidad de oponerse a cualquier fijación de la identidad y por tanto en la trasgresión (en cuanto a prácticas, deseos o roles).
Identidad
Oscar Guash comienza su artículo Minoría Social y sexo disidente: de la práctica sexual a la subcultura, con la siguiente aseveración: “Las relaciones sexuales entre varones son unas prácticas sociales en torno a las que se ha construido un estilo de vida primero y una subcultura después”. El mayor logro social de estas prácticas sería para él, el haber configurado una identidad social específica que ofrecer a sus practicantes: la identidad gay.
Él utiliza el concepto de subcultura como aquel que nombra intersubjetividades no exóticas, contraponiéndolo al concepto antropológico de cultura que se aplica a las sociedades exóticas. Además el concepto de subcultura sería un sistema de valores que siendo parte de otro más amplio y central, ha cristalizado aparte. Por su parte otro antropólogo, Alberto Cardín, defenderá la teoría de que la cultura gay es la única subcultura presente en la aldea-mundo-occidental y la única que presenta un carácter de globalidad comparable.
Al hablar de identidad gay es muy interesante la propuesta que hace Oscar Guash en otro de sus libros: La Sociedad Rosa . Guasch nos muestra un proceso por el cual, durante los últimos años de la dictadura franquista en España, se da una disolución entre país real y país oficial. Así, mientras el régimen dictatorial trataba de mantener una moral de posguerra, la sociedad española muestra una importante tolerancia frente a los comportamientos sexuales. Esta tolerancia se restringe únicamente a los comportamientos heterosexuales, ya que en el caso de los homosexuales se mantendrán fuertemente estigmatizados.
En los finales de los 70 y, sobre todo en los 80 y 90, se da una transición homosexual que supone:
la redefinición de lo homosexual
cambios en la percepción de la homosexualidad
variaciones en las concepciones que los/las homosexuales tienen de si mismos/as.
cambios en su estilo de vida y en sus costumbres sexuales.
Se pasa así de lo que él denomina modelo pre-gay al modelo gay.
Modelo pre-gay
La homosexualidad se construye a partir de la perspectiva heterosexual, en la que se identifica la homosexualidad masculina con lo femenino. El marica cumple una función social para el hombre heterosexual. Las identidades se construyen por afirmación, pero también por negación: para el varón heterosexual el marica es un punto de referencia para fijar los rasgos viriles. El homosexual afeminado renuncia a los roles socialmente indicados para el varón y logra de este modo reducir la presión social que el entorno ejerce sobre él. Ésta homosexualidad no implica agresión, porque la misma imagen del marica revela su condición y hace estar prevenido ante él. En este sentido, la pluma (amaneramiento) reproduce en cierto modo el estereotipo heterosexual del marica: gesto, pose y compostura afectados.
El problema surge con los homosexuales que no renuncian a los roles masculinos. La homosexualidad viril en este modelo se sitúa en lo indefinible, porque contradice los códigos culturales de categorización y ¨lo indefinible, lo que está en los límitew, produce terror.
Homosexualidad
Para Alberto Mira este concepto “parece referirse” a “el deseo y las relaciones sexuales entre individuos del mismo sexo”. El término homosexualidad pertenece a ese grupo de palabras cuyos significados no son unívocos o fijos, sino que lo subjetivo o ideológico contribuyen a darle un sentido determinado: para unos es un acto o conjunto de actos, para otros una identidad social o cultural, para otros una enfermedad, para otros un deseo, para otros un pecado...
Mira piensa que no sólo el concepto, sino también esas realidades a las que parece referirse, han sido siempre parte de una estrategia de demarcación de fronteras y marginación de la diferencia. Se trataría así de una palabra creada desde una perspectiva heterosexista, con el afán de nombrar algo, cuando otros muchos rasgos de la personalidad no reciben ni atención ni etiqueta, y de este modo se crea una otredad con la que un nosotros rechaza cualquier identificación. La homosexualidad se construiría como una identidad cuyo fin sería el de reforzar por oposición un modelo: el de la familia heterosexual supuestamente monógama con fines pro creativos.
Además -indica- no se puede hablar de homosexualidad, sino de homosexualidades, ya que (repasando las manifestaciones del amor o deseo entre individuos del mismo sexo) podríamos ver distintos modelos que se identificarían en cierto sentido con el concepto de homosexualidad, aunque no se puede hacer una identificación absoluta entre cualquiera de ellos: homosexualidad ritual en Melanesia y otras culturas, la pederastia griega, la sodomía en la edad media, el travestismo, el modelo patológico de fines del XIX que considera la homosexualidad como una enfermedad y que perdura en cierto modo hasta nuestros días...
Todos estos modelos enfatizan la marginación, la trasgresión y la condena. En los sesenta surge (principalmente en los países anglosajones) el modelo gay, que supone una definición afirmativa de la homosexualidad. La homosexualidad dice “yo” sin máscaras ni rodeos y se introduce y apropia del concepto de identidad. Hasta ese momento, el rol se definía según un sistema de coordenadas masculino-femenino, los gays defienden un rol que va más allá de ambos y no depende necesariamente de éstos: ser gay es un modo de ser en el mundo legítimo en sí mismo.
El modelo gay se ve contestado en los 90 por el movimiento queer, que cuestiona la posibilidad de una identidad social estable basada en ese deseo entre personas del mismo sexo. Este modelo se basa en su capacidad de oponerse a cualquier fijación de la identidad y por tanto en la trasgresión (en cuanto a prácticas, deseos o roles).
Identidad
Oscar Guash comienza su artículo Minoría Social y sexo disidente: de la práctica sexual a la subcultura, con la siguiente aseveración: “Las relaciones sexuales entre varones son unas prácticas sociales en torno a las que se ha construido un estilo de vida primero y una subcultura después”. El mayor logro social de estas prácticas sería para él, el haber configurado una identidad social específica que ofrecer a sus practicantes: la identidad gay.
Él utiliza el concepto de subcultura como aquel que nombra intersubjetividades no exóticas, contraponiéndolo al concepto antropológico de cultura que se aplica a las sociedades exóticas. Además el concepto de subcultura sería un sistema de valores que siendo parte de otro más amplio y central, ha cristalizado aparte. Por su parte otro antropólogo, Alberto Cardín, defenderá la teoría de que la cultura gay es la única subcultura presente en la aldea-mundo-occidental y la única que presenta un carácter de globalidad comparable.
Al hablar de identidad gay es muy interesante la propuesta que hace Oscar Guash en otro de sus libros: La Sociedad Rosa . Guasch nos muestra un proceso por el cual, durante los últimos años de la dictadura franquista en España, se da una disolución entre país real y país oficial. Así, mientras el régimen dictatorial trataba de mantener una moral de posguerra, la sociedad española muestra una importante tolerancia frente a los comportamientos sexuales. Esta tolerancia se restringe únicamente a los comportamientos heterosexuales, ya que en el caso de los homosexuales se mantendrán fuertemente estigmatizados.
En los finales de los 70 y, sobre todo en los 80 y 90, se da una transición homosexual que supone:
la redefinición de lo homosexual
cambios en la percepción de la homosexualidad
variaciones en las concepciones que los/las homosexuales tienen de si mismos/as.
cambios en su estilo de vida y en sus costumbres sexuales.
Se pasa así de lo que él denomina modelo pre-gay al modelo gay.
Modelo pre-gay
La homosexualidad se construye a partir de la perspectiva heterosexual, en la que se identifica la homosexualidad masculina con lo femenino. El marica cumple una función social para el hombre heterosexual. Las identidades se construyen por afirmación, pero también por negación: para el varón heterosexual el marica es un punto de referencia para fijar los rasgos viriles. El homosexual afeminado renuncia a los roles socialmente indicados para el varón y logra de este modo reducir la presión social que el entorno ejerce sobre él. Ésta homosexualidad no implica agresión, porque la misma imagen del marica revela su condición y hace estar prevenido ante él. En este sentido, la pluma (amaneramiento) reproduce en cierto modo el estereotipo heterosexual del marica: gesto, pose y compostura afectados.
El problema surge con los homosexuales que no renuncian a los roles masculinos. La homosexualidad viril en este modelo se sitúa en lo indefinible, porque contradice los códigos culturales de categorización y ¨lo indefinible, lo que está en los límitew, produce terror.
Son muy importantes también los códigos propios para reconocer y ser reconocidos sólo por los miembros del grupo. Las pautas para reconocer a los iguales se basan en tres variables: el contexto, la apariencia y la actitud. Los encuentros se suelen dar en marginalidad espacial y temporal (lugares apartados, como playas por ejemplo, y horas intempestivas), pero también la centralidad (estaciones de trenes, horas punta en el metro).
En cualquier caso Guasch nos recuerda que no fue fácil ser homosexual bajo la dictadura franquista.
Modelo gay
Se construye la identidad por parte de los propios homosexuales tomando como referente el modelo masculino – viril (por ejemplo: cueros, bigotes, músculos...). No es un modelo creado desde fuera por los heterosexuales. Los homosexuales dicen ahora llamarse gays y construyen su propia identidad como una alternativa válida a la heterosexualidad común. Llegando incluso a afirmar ¨ser gay no sólo es bueno, ser gay es mejor¨.
En cualquier caso Guasch nos recuerda que no fue fácil ser homosexual bajo la dictadura franquista.
Modelo gay
Se construye la identidad por parte de los propios homosexuales tomando como referente el modelo masculino – viril (por ejemplo: cueros, bigotes, músculos...). No es un modelo creado desde fuera por los heterosexuales. Los homosexuales dicen ahora llamarse gays y construyen su propia identidad como una alternativa válida a la heterosexualidad común. Llegando incluso a afirmar ¨ser gay no sólo es bueno, ser gay es mejor¨.
Se plantean las reivindicaciones en la calle, se busca la visibilidad, que da el paso de la practica sexual entre hombres del mismo sexo a la creación de una identidad gay. En cualquier caso este nuevo modelo es de origen anglosajón y se caracteriza por la institucionalización del universo homosexual. Es pues un modelo importado, que no llega de la mano de los movimientos políticos gays, sino por canales privados: son los empresarios/as los que reproducen las instituciones homosexuales ya presentes en otros países. Estas instituciones son básicamente tres: las saunas, los bares y las discotecas.
De este modo se da una institucionalización incluso espacial, que lleva al extremo de la creación de barrios o guetos gays, con fronteras bien definidas, al estilo de otras ciudades europeas y estadounidenses. Leer los textos escritos a principios de los 90 con la perspectiva que nos da hoy el tiempo nos confirma la visión de que en España se ha producido el mismo proceso que marcan esos textos, pero de un modo acelerado, en los años 96-98. Hoy día podemos hablar de un gueto o barrio gay en ciudades como Madrid o Barcelona, con locales con banderas de arco iris (símbolo gay por excelencia) bien visibles en sus puertas, grandes ventanales que dejan ver lo que ocurre al interio, bares, restaurantes, floristerías, tiendas de ropa, librerías, centros sociales, asociaciones, etc... todo ello para gays y, en algunos casos, para lesbianas.
Aliaga propone medir el nivel de concienciación por la participación en las manifestaciones del 28 de Junio (día del Orgullo Gay) y llega a la siguiente conclusión: “si se la compara con los países anglosajones las diferencias son abrumadoras”. Hoy día, aunque se esté lejos del medio millón de manifestantes en París o del millón de Nueva York, podemos ver que la progresión ha sido imparable: en la manifestación en Madrid del año 2001 participaron 150.000 personas, mientras un pocos años antes (1995) apenas participaron 5.000 personas, por cierto, el mismo número que a finales del los 70.
En cualquier caso y, tal y como Guasch señalaba en su libro, el paso de un modelo dominante a otro ha sido gradual, y no se puede decir que desaparezcan de un día para otro las características de un modelo y se implanten de repente las del otro. Se van produciendo pequeños cambios, grupos que conviven: unos más cercanos al modelo pre-gay, otros al modelo gay. Nuevos modelos y alternativas que van surgiendo, movimientos de resistencia... Así por ejemplo, en el nuevo contexto, el ligue callejero deja de ser central, pero sigue existiendo y siendo quizás el único para mucha gente.
Habría pues una serie de identidades que conviven en el momento actual y que se podrían expresar, más o menos, según el gráfico adjunto.
Se establece una separación básica, a nivel de identidad, entre lo heterosexual y el mundo homosexual. Una separación que a mi entender se va diluyendo cada día más y que quizás más adelante, hoy en día no, a lo mejor carece de sentido. Tal y como hemos señalado anteriormente, los dos modelos básicos serían el pre-gay y el gay. El primero viene del mundo heterosexual, pero los homosexuales se apropian de él y lo modifican, sigue presente como una base sobre la que se construyen las demás identidades. El modelo gay es hegemónico, creado por los propios homosexuales y el que estos han devuelto a la sociedad, que hoy maneja esas dos concepciones principales de ser homosexual (pre-gay y gay).
Frente a estos modelos surgen muchos más, llegando incluso a las identidades personales. Hay algunos importados, como los bears (osos = gorditos y peludos), los leather (cuero)... y otros propios como, por ejemplo, la peineta (folklorismo). Además, hay muchas personas que mantienen relaciones homosexuales y no se sienten identificadas con estos modelos, bien porque se mantienen en el “armario” (no se asumen como homosexuales y/o no lo expresan en su entorno), o bien porque siguen con unos estilos de vida, modas, etc consideradas “normales” en la sociedad heterosexual. Es decir, que el mantener relaciones con otros hombres no genera para muchas personas necesariamente una identidad particular. De hecho, la mayoría de las personas que mantienen relaciones con personas de su mismo sexo no son particularmente diferentes del resto.
También hay que señalar que, incluso en Madrid, nos encontramos con propuestas y locales diferentes, que no se encuentran en Chueca sino, por ejemplo, en Las Vistillas, barrios de la periferia, e incluso existe un barrio se perfila como barrio gay alternativo: Lavapiés, donde se pueden encontrar algún local para lesbianas y varios (9 ó 10) locales para gays que presumen precisamente de ser alternativos. Estos espacios se dan en convivencia con otras comunidades que buscan también su lugar en la ciudad (inmigrantes, por ejemplo). Los gays que acuden a esta zona buscan precios más asequibles (Chueca es caro), nuevas formas de vestir, divertirse y un ambiente menos rígido.
Es muy importante señalar que todos estos modelos interaccionan entre sí y se retroalimentan. No cabe duda de que el mundo gay ofrece una nueva imagen de los homosexuales a la sociedad y ésta se la devuelve reelaborada al tiempo que se apropia de algunos de sus elementos.
En cualquier caso, hoy en día parece que se impone el modelo gay, que implica una serie de valores, de sentidos, que forma parte del discurso oficial que dan los medios y revistas gays (Shangay Express, Zero, Odisea...), pero también los heterosexuales (como por ejemplo la televisión o los periódicos de información general), el que llega desde asociaciones y colectivos, por el ambiente de Chueca. Es un discurso con el que un gay, le guste o no, debe relacionarse y, lo que es peor, un discurso que le puede hacer sentir dentro o fuera, incluido o excluido, con posibilidades de mantener relaciones de amistad y/o sexuales o “no comerse una rosca...”
Como hemos señalado, frente a este discurso oficial gay hay alternativas y residencias, pero es el predominante, por eso vamos a estudiar lo que significa esta Identidad Gay Central en los próximos epígrafes.
Identidad Gay Central Oscar Guash indica:
De este modo se da una institucionalización incluso espacial, que lleva al extremo de la creación de barrios o guetos gays, con fronteras bien definidas, al estilo de otras ciudades europeas y estadounidenses. Leer los textos escritos a principios de los 90 con la perspectiva que nos da hoy el tiempo nos confirma la visión de que en España se ha producido el mismo proceso que marcan esos textos, pero de un modo acelerado, en los años 96-98. Hoy día podemos hablar de un gueto o barrio gay en ciudades como Madrid o Barcelona, con locales con banderas de arco iris (símbolo gay por excelencia) bien visibles en sus puertas, grandes ventanales que dejan ver lo que ocurre al interio, bares, restaurantes, floristerías, tiendas de ropa, librerías, centros sociales, asociaciones, etc... todo ello para gays y, en algunos casos, para lesbianas.
Aliaga propone medir el nivel de concienciación por la participación en las manifestaciones del 28 de Junio (día del Orgullo Gay) y llega a la siguiente conclusión: “si se la compara con los países anglosajones las diferencias son abrumadoras”. Hoy día, aunque se esté lejos del medio millón de manifestantes en París o del millón de Nueva York, podemos ver que la progresión ha sido imparable: en la manifestación en Madrid del año 2001 participaron 150.000 personas, mientras un pocos años antes (1995) apenas participaron 5.000 personas, por cierto, el mismo número que a finales del los 70.
En cualquier caso y, tal y como Guasch señalaba en su libro, el paso de un modelo dominante a otro ha sido gradual, y no se puede decir que desaparezcan de un día para otro las características de un modelo y se implanten de repente las del otro. Se van produciendo pequeños cambios, grupos que conviven: unos más cercanos al modelo pre-gay, otros al modelo gay. Nuevos modelos y alternativas que van surgiendo, movimientos de resistencia... Así por ejemplo, en el nuevo contexto, el ligue callejero deja de ser central, pero sigue existiendo y siendo quizás el único para mucha gente.
Habría pues una serie de identidades que conviven en el momento actual y que se podrían expresar, más o menos, según el gráfico adjunto.
Se establece una separación básica, a nivel de identidad, entre lo heterosexual y el mundo homosexual. Una separación que a mi entender se va diluyendo cada día más y que quizás más adelante, hoy en día no, a lo mejor carece de sentido. Tal y como hemos señalado anteriormente, los dos modelos básicos serían el pre-gay y el gay. El primero viene del mundo heterosexual, pero los homosexuales se apropian de él y lo modifican, sigue presente como una base sobre la que se construyen las demás identidades. El modelo gay es hegemónico, creado por los propios homosexuales y el que estos han devuelto a la sociedad, que hoy maneja esas dos concepciones principales de ser homosexual (pre-gay y gay).
Frente a estos modelos surgen muchos más, llegando incluso a las identidades personales. Hay algunos importados, como los bears (osos = gorditos y peludos), los leather (cuero)... y otros propios como, por ejemplo, la peineta (folklorismo). Además, hay muchas personas que mantienen relaciones homosexuales y no se sienten identificadas con estos modelos, bien porque se mantienen en el “armario” (no se asumen como homosexuales y/o no lo expresan en su entorno), o bien porque siguen con unos estilos de vida, modas, etc consideradas “normales” en la sociedad heterosexual. Es decir, que el mantener relaciones con otros hombres no genera para muchas personas necesariamente una identidad particular. De hecho, la mayoría de las personas que mantienen relaciones con personas de su mismo sexo no son particularmente diferentes del resto.
También hay que señalar que, incluso en Madrid, nos encontramos con propuestas y locales diferentes, que no se encuentran en Chueca sino, por ejemplo, en Las Vistillas, barrios de la periferia, e incluso existe un barrio se perfila como barrio gay alternativo: Lavapiés, donde se pueden encontrar algún local para lesbianas y varios (9 ó 10) locales para gays que presumen precisamente de ser alternativos. Estos espacios se dan en convivencia con otras comunidades que buscan también su lugar en la ciudad (inmigrantes, por ejemplo). Los gays que acuden a esta zona buscan precios más asequibles (Chueca es caro), nuevas formas de vestir, divertirse y un ambiente menos rígido.
Es muy importante señalar que todos estos modelos interaccionan entre sí y se retroalimentan. No cabe duda de que el mundo gay ofrece una nueva imagen de los homosexuales a la sociedad y ésta se la devuelve reelaborada al tiempo que se apropia de algunos de sus elementos.
En cualquier caso, hoy en día parece que se impone el modelo gay, que implica una serie de valores, de sentidos, que forma parte del discurso oficial que dan los medios y revistas gays (Shangay Express, Zero, Odisea...), pero también los heterosexuales (como por ejemplo la televisión o los periódicos de información general), el que llega desde asociaciones y colectivos, por el ambiente de Chueca. Es un discurso con el que un gay, le guste o no, debe relacionarse y, lo que es peor, un discurso que le puede hacer sentir dentro o fuera, incluido o excluido, con posibilidades de mantener relaciones de amistad y/o sexuales o “no comerse una rosca...”
Como hemos señalado, frente a este discurso oficial gay hay alternativas y residencias, pero es el predominante, por eso vamos a estudiar lo que significa esta Identidad Gay Central en los próximos epígrafes.
Identidad Gay Central Oscar Guash indica:
la cultura gay es global y tienen características propias que se han ido definiendo a lo largo de la historia
es una subcultura amenazada por el sida
está desapareciendo a causa no del sida (que actúa como importante catalizador) sino como consecuencia de los cambios que acontecen en la cultura madre, ya que muchas de las características que le daban especificidad son hoy asumidas por el conjunto de la sociedad: el paso de una sociedad de familias a una sociedad de individuos, el hedonismo, culto al cuerpo, el mito de la juventud, pensar el tiempo en unidades de ocio.
el tiempo y el dinero que el gay ahorra en gestionar una familia lo invierte en gestionar su sexualidad.
en España no se ha producido lo que es realmente importante en la subcultura gay estadounidense: la convicción de pertenecer a una comunidad. Ha quedado reducido a un discurso político y a un conjunto de rasgos dispersos (a menudo meramente estéticos) que conforman sus señas de identidad más visibles.
Mira se refiere a otro tipo de rasgos personales: sensibilidad, creatividad, sentido del humor, mirada oblicua, etc. También lo relaciona con el mercado y, especialmente, con tener dinero “los gays, se dice, tienen dinero a raudales y son consumidores voraces. [...] Hay que reconocer que ser gay se está convirtiendo en algo no apto para todos los bolsillos.” Él mismo señala más tarde que no todos los gays están podridos de dinero ni pueden permitirse la utopía consumista. Sin embargo, esta imagen del gay con dinero es la que también se refuerza en medios de comunicación con tanta influencia en nuestro país como el diario El País (01-07-01, Pág. 34).
Aliaga, por negación, nos muestra lo que significa ser gay en el ambiente, aunque él lo critique: “No se es más gay por ser más joven y lucir más ropa de Jean-Paul Gaultier (los que se la pueden permitir) sobre calzones de Calvin Klein, que por llevar un astroso pantalón vaquero. No se es menos gay por disfrutar del jazz y de la música indie, que por bailar al tirmo de la house. No es incompatible leer a Luis Cernuda y a Leo Bersani con frecuentar los ambientes leather...”
Cortés, sin llegar a concretar tanto, también nos habla de las implicaciones de la identidad gay en el estilo de vida: “en las actuales circunstancias ser gay significa mucho más que acostarnos o amar a otro hombre. Hoy en día, ser gay tiene una concreción clara en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana; desde la actividad profesional que elegimos (huimos de los oficios más machistas y buscamos los más liberales), hasta la ciudad o el barrio en el que deseamos vivir –emigramos a las grandes ciudades en busca de aire para respirar e iguales a los que amar–, pasando por los lugares que frecuentamos”. En otro momento sí nos da pistas muy especificas de lo que supone ser gay: “sexo fácil y rápido (emergen los cuartos oscuros y las saunas), unas nuevas drogas (popper´s), un activismo queer (organizaciones gays radicales), la pandemia del sida (con la desaparición de una parte importante de una generación), un fuerte sentimiento de comunidad y un cuestionamiento de los roles sexuales (masculinidad / feminidad)”
Por lo tanto, la identidad gay tiene mucho que ver con el cuerpo, la juventud, la edad, tener una red de amigos gays, estar a la moda, que te guste un tipo de música, bailar, tener tiempo de ocio (y preparación) para poder disfrutar la lectura, el cine y la cultura en general, trabajar en una profesión liberal, vivir en una gran ciudad y, a ser posible, en un barrio gay, salir de marcha, en determinados círculos el utilizar determinadas drogas, como la droga gay por excelencia: el poppers (nitrito de amilo en forma de líquido inhalable con efecto estimulante ) , pero también otras como las pastillas o el éxtasis... (derivados anfetamínicos con efectos alucinógenos). En definitiva, ser gay se relaciona, sobre todo, con tener dinero.
Ante todo esto ¿Cómo te sientes si eres albañil, vives en un pueblo y no sales por Chueca? ¿Si dejaste tus estudios en primaria? ¿Si no vas a los museos ni te gustan las películas francesas en versión original? ¿Si no tienes dinero para salir todos los fines de semana? ¿Si eres mayor? ¿Si no puedes costearte el llevar la moda fashion o simplemente no te gusta? ¿Encuentras tu lugar dentro de la identidad gay? ¿Te sientes como perteneciente a ese grupo o excluido del mismo? Y, lo que es peor ¿Cómo te valoran y perciben el resto de gays que sí encajan en esa identidad? Se habla mucho de promiscuidad sexual ¿Qué pasa si no mantienes relaciones sexuales porque tu cuerpo no sigue el modelo? En la identidad gay el elemento de la visibilidad es clave: requiere una inversión personal que mucha gente no puede o no quiere realizar.
Es fácil darnos cuenta que a la gente que tiene unos determinados hábitos de clase les es difícil socializarse como gay y encontrar su lugar en esta identidad. Esto es algo que varios autores señalan en sus obras. Así, las principales críticas a las victorias del movimiento gay vienen de la mano de su clasismo, ya que las mismas están al alcance sólo de una élite: “en efecto, se le reprocha al movimiento gay la facilidad de sus victorias obtenidas por y para los segmentos privilegiados de la sociedad americana.”
El movimiento gay español parece adolecer de sesgos similares: “Los gays no son revolucionarios. Si conoces los movimientos gay ves que sus militantes son todos gente de clase media, asalariados, técnicos, profesores de instituto, empleados de banca, ejecutivos (sic)... que políticamente creen lo que creen las locas intelectuales: que el hecho de irse a la cama con un tío ya es subversivo y revolucionario. Y no ven que repiten con otro objeto los mismos comportamientos sexuales [legales]”
Por otra parte, no todos los homosexuales creen en la existencia, o en la necesidad de existencia, de una identidad gay. La corriente queer critica la política identitaria gay de los 70 y 80, su esfuerzo por crear una identidad específicamente gay sobre la base de la clase media blanca. Así, los queers critican no solo el concepto de homosexualidad creado por la sociedad heterosexual, sino también “la identidad impregnada de prejuicios de clase y raza que ha sido creada por los gays mismos durante los años históricos de la Liberación Gay”. El movimiento queer muestra una aversión histórica contra la identidad, su grito de guerra es “estamos en todas partes”, lo que quiere decir que no pueden ser localizados, ni verse limitados por un lugar o un grupo particular como, por ejemplo, los homosexuales pudientes en un medio urbano. Los queer se convierten así en la subversión diseminada por todas partes y estratos de la sociedad dispuestos a romper los fundamentos de esa misma sociedad “normal”.
Cuerpo e imagen “La perfección corporal se convierte en un objeto de contemplación que suscita admiración y/o deseo, al tiempo que refleja una visión de la realidad en la que el cuerpo es algo más que un azaroso ensamblaje de formas, para convertirse en el símbolo o la metáfora mediante el cual entender o expresar la propia identidad, es decir, cómo somos o cómo queremos ser vistos.” Cortés nos presenta tres modelos de cuerpos homosexuales:
El modelo heterosexista: La loca - identifica a los homosexuales con lo supuestamente femenino. El homosexual debe ser pasivo, sumiso, débil, delicado, afeminado y amanerado en su comportamiento. En el vestir se utilizan ropas de mujer, travestismo, etc.
El modelo clásico/mediterráneo: El efebo – el joven o adolescente imberbe, de trazos arquetípicos, oscuros ojos, bello rostro, cuerpo delgado y atlético... la belleza clásica acercándose a lo andrógino.
El modelo gay: El cachas – este modelo es el que nos ocupa. En la identidad gay el cuerpo (al igual que la visibilidad, que tiene mucho que ver con el cuerpo) toma un papel central. El cuerpo gay es el cuerpo musculado, tendente a la hipermasculinidad. Surge en cierto modo como reacción al modelo hererosexista (afeminamiento). A este modelo se le asimilan también otras características: juventud, ausencia de vello corporal y grasa corporal (michelines), pene de gran tamaño, etc.
¿Cómo es exactamente este cuerpo hipermasculino?:
Los músculos tensados y sobresaliendo o marcando sus formas y bultos aparecen como elementos básicos para una necesaria auto-identificación masculina
Gran desarrollo de los músculos del pecho, los brazos y amplios hombros, que ayudan a configurar una estrecha cintura (esto queda plasmado en las figuras del militar, policías, bomberos y todos los uniformes)
Su cuerpo está perfectamente manufacturado, músculo a músculo, fibra a fibra. En él se ha invertido tiempo y dinero tiempo y dinero hasta convertirlo en objeto de consumo. A este modelo Mira lo llama los mariarmarios.
Este modelo es criticado por Cortés como machista, puesto que pretende reforzar los estereotipos y valores masculinos y exagerar las diferencias entre los dos sexos, incluso entre los propios homosexuales. Esta visión supone en muchos casos exclusión: despreciando a la loca, el amanerado, el travestí y llegando, en último término a intentar por todos los medios que no se les note que son homosexuales. Posteriormente se llega a un modelo menos radical, pero no por ello menos masculinizado: “un cuerpo masculino duro y formado, sin pelos y con una gran polla que marque paquete” Esta imagen del cuerpo gay viene acompañada y fortalecida por la literatura gay (El gladiador de Chueca, de Carlos Sanrune), los comics o dibujos, tanto extranjeros (Tom de Finlandia) como españoles (los dibujos de Ivan Soldo), las estrellas del cine porno gay (Jeff Stryker) y, sobre todo, los medios de comunicación para gays.
Las revistas gays están plagadas de imágenes de hombres jóvenes, musculados, guapos, sin pelo, con penes grandes, etc. que aparecen tanto en las entrevistas, como en dibujos, en los artículos sobre moda y, muy especialmente, en la publicidad gay. Un “buen cuerpo” (es decir, músculos), y concretamente, un buen tórax, sirve para vender desde ropa interior a una línea erótica, pasando por tiendas de ropa, canales de televisión, bares, discotecas y saunas, sex-shops, etc. En estos anuncios suelen aparecer torsos desnudos de uno o varios hombres y en muchos de ellos ni siquiera aparecen los rostros de los modelos.
¿Por qué surge y triunfa este modelo?
Es una reacción al modelo femenino heterosexista,
Otros señalan la relación entre la irrupción del sida y la necesidad del cuidado del físico, la preocupación por la salud y, sobre todo, la necesidad de dar una imagen saludable, que nadie piense que se está enfermo de sida, lo cual reduciría las posibilidades de encontrar parejas sexuales
En la era del sida se muestra el cuerpo y se ocultan los deseos, se vuelve a las masturbación y se recuperan prácticas sexuales antes denostadas (como el voyerismo y el exhibicionismo)
El concepto de belleza es socialmente construido y se llena de contenidos que es necesario configurar ideológicamente.
La perfección física abunda en los locales de ambiente simplemente porque tiene éxito social: los cuerpos esculpidos despiertan miradas, admiración, deseo. Es decir, tienen éxito.
La influencia de los medios de comunicación, tanto gays como generales. Desde los medios se nos presenta ahora el modelo de los cuerpos danone, que para Mira son una especie de mariarmarios de formas elegantes. Los modelos de la publicidad general reproducen en muchos casos los cánones de belleza que prevalecen en el mundo gay: “jóvenes, de musculatura clásica y narcisistas hasta decir basta. La cultura gay crea así imágenes que incitan al consumo a mujeres heterosexuales y hombres de cualquier orientación.”
El modelo mariarmarios va poco a poco dejando paso a “un modelo de belleza más clásico: robustez pero sin exageración, joven, definición muscular sin llegar al bulto, cuerpos lampiños, bronceados, pelo corto, juventud, espaldas amplias, abdominales marcados como el vientre de una tortuga o una tabla de fregar, juventud, juventud y sobre todo juventud”.
En el mundo gay, no sólo es importante tener un bonito cuerpo, sino también mostrarlo, observar y disfrutar mirando (juzgando) los cuerpos de los demás. Ricardo Llamas comenta: “Las numerosas terrazas de la plaza de Chueca y los tórridos veranos de la villa consolidaron un espíritu de pasarela permanente, de cotidiano mirar, cotillear, ser visto, mostrarse [...]” Y para mostrar y realzar esos cuerpos, nada mejor que el vestido y la moda, que adquieren, colateralmente, una relevancia esencial en la identidad gay. Mira comenta “cuando están de moda los Calvin Klein, llevar la etiqueta hace sexy a su portador, y cuándo se estila otra marca, llega el momento del cambio [...]. El fetichismo de las marcas es el final del camino de la parafernalia gay”.
Si, como señala Toro, “el vestido trasluce, manifiesta, subraya, disimula, relega u oculta aquellas zonas corporales que la sociedad en cuestión ha consensuado implícitamente en un momento dado”, basta darse una vuelta por Chueca para comprobar que la moda gay está hecha para marcar (músculos, paquete, etc) con lycras, pantalones ajustados, camisetas cortas, apretadas; llamar la atención (colores vivos) y mostrar el cuerpo con pantalones cortos, camisetas de tirantes o sin mangas...
Pertenencia y exclusión a través del cuerpo Cuando una persona homosexual “sale del armario” (se reconoce a sí mismo como tal) busca un modelo con el que identificarse, incluso en lo corporal y, sobre todo, en lo que se refiere a la parafernalia y la forma de vestir. Si además esta persona es un adolescente, la necesidad de identificación es mayor: “Los cambios corporales durante esta etapa del desarrollo obligan a fijar la atención sobre el propio cuerpo y a integrarlo en la auto imagen general tras su imprescindible evaluación. [...] El adolescente compara su imagen (mental) corporal con el modelo estético corporal vigente en su medio social, modelo que asume plenamente, anhelando y procurando que su cuerpo, renovado y recién estrenado, se aproxime máximamente a aquel” ¿No se dará esto también entre los gays que han pasado la adolescencia pero que, del mismo modo, estrenan una nueva identidad y quieren expresarlo a través de su cuerpo?
La lectura del libro de Toro abre varios interrogantes y conexiones entre los trastornos alimentarios que él presenta (anorexia, bulimia...) y la relación que tienen los gays con su cuerpo. Creo que el hecho de que los hombres gays se preocupen por su cuerpo del mismo modo que las mujeres lo han hecho tradicionalmente tiene mucho que ver con la feminización de los homosexuales: “En la práctica totalidad de las culturas, la belleza física de la mujer recibe una consideración más explícita que la del hombre”. Lo que ocurre es que el hombre gay ahora le da un contenido distinto a lo que es esa belleza física que, como se sabe, es social y culturalmente construida. La subcultura gay tiene su propia valoración subjetiva y social de cuerpo y sus propios parámetros de belleza. Además, estos van transmitiéndose después al resto de la sociedad.
Entre muchos gays se está creando una especie de élite de este tipo de personas sin tener en cuenta otros criterios para valorar al individuo. “Reducir la cultura o la sensibilidad gay a lo que sucede en el ambiente (nocturno) es empobrecedor, sobre todo cuando en éste predominan algunos usos abusivos que eclipsan a otros (el hecho de que ciertas tendencias o modelos estéticos se conviertan en varas con los que medir a los distintos gays)¨
Como señalan varios autores, de ahí a pasar a la exclusión hay sólo un paso:
Cortés habla del peligro de que este modelo corporal gay “puede convertirse en un claro menosprecio al gran número de gays mayores, gordos, bajitos o escuchimizados” que no participan del modelo impuesto.
Mira indica que el gueto “ha creado una mitología a la que se puede llamar, siguiendo a los anglosajones, fascismo corporal según la cual se valora al individuo por unos criterios (músculos, aspecto externo) que no tienen nada de positivo y que alienan a aquellos que no siguen estos códigos: a quienes están demasiados delgados o, peor aún, demasiado gordos, a quienes no tienen la cara del momento, la distribución muscular de la temporada o los pectorales unisex de la década se les hace sentir fuera de juego y quedan descalificados como objetos del deseo [...] Marcas y objetos, prendas de vestir y el dejarse ver en locales en los que se suele estafar al personal, se convierten en rasgos de rigor que, cada vez más, definen la experiencia del homosexual urbano en los albores del siglo XX”. “Lo que tendría que ser un entorno donde la gente que se siente socialmente discriminada por su identidad por su identidad sexual encuentra refugio, se ha convertido en un entorno donde quienes no alcanzan las proporciones clásicas, según la moda del momento, se sienten incómodos o rechazados. [...] Los miedos nacen de actitudes reales, y la obesofobia puede ser tan dura como la homofobia”
Leo Bersani: “Cualquiera que haya pasado una noche en una sauna gay sabe que es [...] uno de los espacios más despiadadamente sometidos a criterios de rango, jerarquía y competencia que pueda imaginarse. Tu aspecto, tus músculos, las distribución del vello, el tamaño de la polla, la forma del culo determinan exactamente cuán feliz vas a ser en el transcurso de esas pocas horas, y el rechazo, acompañado por lo general de dos o tres palabras a lo sumo, pude ser fulminante y brutal, desprovisto de todas las civilizadas hipocresías con las que nos deshacemos de los indeseables en el mundo exterior”
Una vez más, citando a Toro, podemos comprobar como “los desfases entre el modelo corporal cultural y el cuerpo real de cada individuo concreto serán, forzosamente, fuente de malestar, de ansiedad” En el caso de los gays podemos ver como se está produciendo una enfermedad que tiene mucho que ver con los casos de anorexia de los que habla Toro en su libro y que, por el momento, está teniendo una especial incidencia en el mundo gay: la vigorexia.
En un artículo aparecido en la revista de información gay Zero se explica que “la persona vigoréxica, al igual que la anoréxica, tiene una obsesión por su físico. Si la anorexia es la obsesión por la delgadez, la vigorexia consiste en una obsesión por ganar masa muscular a toda costa”. Esto va acompañado por trastornos en la alimentación, consumo de hormonas y anabolizantes, y la dedicación de numerosas horas al deporte en el gimnasio. La revista habla de unos 75.000 españoles en situación de riesgo y señala explícitamente como algunos gays que pretender asumir su identidad sin tener referentes adecuados, caen en la búsqueda de un “cuerpo perfecto”.
En definitiva, el cuerpo se convierte entre los gays en elemento de exclusión e inclusión y, tal y como aparece en los artículos de Bourdieu y Boltanski, en el caso de los gays su identidad, y por tanto su cuerpo, están conformados en buena parte por sus habitus sociales y de clase.
es una subcultura amenazada por el sida
está desapareciendo a causa no del sida (que actúa como importante catalizador) sino como consecuencia de los cambios que acontecen en la cultura madre, ya que muchas de las características que le daban especificidad son hoy asumidas por el conjunto de la sociedad: el paso de una sociedad de familias a una sociedad de individuos, el hedonismo, culto al cuerpo, el mito de la juventud, pensar el tiempo en unidades de ocio.
el tiempo y el dinero que el gay ahorra en gestionar una familia lo invierte en gestionar su sexualidad.
en España no se ha producido lo que es realmente importante en la subcultura gay estadounidense: la convicción de pertenecer a una comunidad. Ha quedado reducido a un discurso político y a un conjunto de rasgos dispersos (a menudo meramente estéticos) que conforman sus señas de identidad más visibles.
Mira se refiere a otro tipo de rasgos personales: sensibilidad, creatividad, sentido del humor, mirada oblicua, etc. También lo relaciona con el mercado y, especialmente, con tener dinero “los gays, se dice, tienen dinero a raudales y son consumidores voraces. [...] Hay que reconocer que ser gay se está convirtiendo en algo no apto para todos los bolsillos.” Él mismo señala más tarde que no todos los gays están podridos de dinero ni pueden permitirse la utopía consumista. Sin embargo, esta imagen del gay con dinero es la que también se refuerza en medios de comunicación con tanta influencia en nuestro país como el diario El País (01-07-01, Pág. 34).
Aliaga, por negación, nos muestra lo que significa ser gay en el ambiente, aunque él lo critique: “No se es más gay por ser más joven y lucir más ropa de Jean-Paul Gaultier (los que se la pueden permitir) sobre calzones de Calvin Klein, que por llevar un astroso pantalón vaquero. No se es menos gay por disfrutar del jazz y de la música indie, que por bailar al tirmo de la house. No es incompatible leer a Luis Cernuda y a Leo Bersani con frecuentar los ambientes leather...”
Cortés, sin llegar a concretar tanto, también nos habla de las implicaciones de la identidad gay en el estilo de vida: “en las actuales circunstancias ser gay significa mucho más que acostarnos o amar a otro hombre. Hoy en día, ser gay tiene una concreción clara en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana; desde la actividad profesional que elegimos (huimos de los oficios más machistas y buscamos los más liberales), hasta la ciudad o el barrio en el que deseamos vivir –emigramos a las grandes ciudades en busca de aire para respirar e iguales a los que amar–, pasando por los lugares que frecuentamos”. En otro momento sí nos da pistas muy especificas de lo que supone ser gay: “sexo fácil y rápido (emergen los cuartos oscuros y las saunas), unas nuevas drogas (popper´s), un activismo queer (organizaciones gays radicales), la pandemia del sida (con la desaparición de una parte importante de una generación), un fuerte sentimiento de comunidad y un cuestionamiento de los roles sexuales (masculinidad / feminidad)”
Por lo tanto, la identidad gay tiene mucho que ver con el cuerpo, la juventud, la edad, tener una red de amigos gays, estar a la moda, que te guste un tipo de música, bailar, tener tiempo de ocio (y preparación) para poder disfrutar la lectura, el cine y la cultura en general, trabajar en una profesión liberal, vivir en una gran ciudad y, a ser posible, en un barrio gay, salir de marcha, en determinados círculos el utilizar determinadas drogas, como la droga gay por excelencia: el poppers (nitrito de amilo en forma de líquido inhalable con efecto estimulante ) , pero también otras como las pastillas o el éxtasis... (derivados anfetamínicos con efectos alucinógenos). En definitiva, ser gay se relaciona, sobre todo, con tener dinero.
Ante todo esto ¿Cómo te sientes si eres albañil, vives en un pueblo y no sales por Chueca? ¿Si dejaste tus estudios en primaria? ¿Si no vas a los museos ni te gustan las películas francesas en versión original? ¿Si no tienes dinero para salir todos los fines de semana? ¿Si eres mayor? ¿Si no puedes costearte el llevar la moda fashion o simplemente no te gusta? ¿Encuentras tu lugar dentro de la identidad gay? ¿Te sientes como perteneciente a ese grupo o excluido del mismo? Y, lo que es peor ¿Cómo te valoran y perciben el resto de gays que sí encajan en esa identidad? Se habla mucho de promiscuidad sexual ¿Qué pasa si no mantienes relaciones sexuales porque tu cuerpo no sigue el modelo? En la identidad gay el elemento de la visibilidad es clave: requiere una inversión personal que mucha gente no puede o no quiere realizar.
Es fácil darnos cuenta que a la gente que tiene unos determinados hábitos de clase les es difícil socializarse como gay y encontrar su lugar en esta identidad. Esto es algo que varios autores señalan en sus obras. Así, las principales críticas a las victorias del movimiento gay vienen de la mano de su clasismo, ya que las mismas están al alcance sólo de una élite: “en efecto, se le reprocha al movimiento gay la facilidad de sus victorias obtenidas por y para los segmentos privilegiados de la sociedad americana.”
El movimiento gay español parece adolecer de sesgos similares: “Los gays no son revolucionarios. Si conoces los movimientos gay ves que sus militantes son todos gente de clase media, asalariados, técnicos, profesores de instituto, empleados de banca, ejecutivos (sic)... que políticamente creen lo que creen las locas intelectuales: que el hecho de irse a la cama con un tío ya es subversivo y revolucionario. Y no ven que repiten con otro objeto los mismos comportamientos sexuales [legales]”
Por otra parte, no todos los homosexuales creen en la existencia, o en la necesidad de existencia, de una identidad gay. La corriente queer critica la política identitaria gay de los 70 y 80, su esfuerzo por crear una identidad específicamente gay sobre la base de la clase media blanca. Así, los queers critican no solo el concepto de homosexualidad creado por la sociedad heterosexual, sino también “la identidad impregnada de prejuicios de clase y raza que ha sido creada por los gays mismos durante los años históricos de la Liberación Gay”. El movimiento queer muestra una aversión histórica contra la identidad, su grito de guerra es “estamos en todas partes”, lo que quiere decir que no pueden ser localizados, ni verse limitados por un lugar o un grupo particular como, por ejemplo, los homosexuales pudientes en un medio urbano. Los queer se convierten así en la subversión diseminada por todas partes y estratos de la sociedad dispuestos a romper los fundamentos de esa misma sociedad “normal”.
Cuerpo e imagen “La perfección corporal se convierte en un objeto de contemplación que suscita admiración y/o deseo, al tiempo que refleja una visión de la realidad en la que el cuerpo es algo más que un azaroso ensamblaje de formas, para convertirse en el símbolo o la metáfora mediante el cual entender o expresar la propia identidad, es decir, cómo somos o cómo queremos ser vistos.” Cortés nos presenta tres modelos de cuerpos homosexuales:
El modelo heterosexista: La loca - identifica a los homosexuales con lo supuestamente femenino. El homosexual debe ser pasivo, sumiso, débil, delicado, afeminado y amanerado en su comportamiento. En el vestir se utilizan ropas de mujer, travestismo, etc.
El modelo clásico/mediterráneo: El efebo – el joven o adolescente imberbe, de trazos arquetípicos, oscuros ojos, bello rostro, cuerpo delgado y atlético... la belleza clásica acercándose a lo andrógino.
El modelo gay: El cachas – este modelo es el que nos ocupa. En la identidad gay el cuerpo (al igual que la visibilidad, que tiene mucho que ver con el cuerpo) toma un papel central. El cuerpo gay es el cuerpo musculado, tendente a la hipermasculinidad. Surge en cierto modo como reacción al modelo hererosexista (afeminamiento). A este modelo se le asimilan también otras características: juventud, ausencia de vello corporal y grasa corporal (michelines), pene de gran tamaño, etc.
¿Cómo es exactamente este cuerpo hipermasculino?:
Los músculos tensados y sobresaliendo o marcando sus formas y bultos aparecen como elementos básicos para una necesaria auto-identificación masculina
Gran desarrollo de los músculos del pecho, los brazos y amplios hombros, que ayudan a configurar una estrecha cintura (esto queda plasmado en las figuras del militar, policías, bomberos y todos los uniformes)
Su cuerpo está perfectamente manufacturado, músculo a músculo, fibra a fibra. En él se ha invertido tiempo y dinero tiempo y dinero hasta convertirlo en objeto de consumo. A este modelo Mira lo llama los mariarmarios.
Este modelo es criticado por Cortés como machista, puesto que pretende reforzar los estereotipos y valores masculinos y exagerar las diferencias entre los dos sexos, incluso entre los propios homosexuales. Esta visión supone en muchos casos exclusión: despreciando a la loca, el amanerado, el travestí y llegando, en último término a intentar por todos los medios que no se les note que son homosexuales. Posteriormente se llega a un modelo menos radical, pero no por ello menos masculinizado: “un cuerpo masculino duro y formado, sin pelos y con una gran polla que marque paquete” Esta imagen del cuerpo gay viene acompañada y fortalecida por la literatura gay (El gladiador de Chueca, de Carlos Sanrune), los comics o dibujos, tanto extranjeros (Tom de Finlandia) como españoles (los dibujos de Ivan Soldo), las estrellas del cine porno gay (Jeff Stryker) y, sobre todo, los medios de comunicación para gays.
Las revistas gays están plagadas de imágenes de hombres jóvenes, musculados, guapos, sin pelo, con penes grandes, etc. que aparecen tanto en las entrevistas, como en dibujos, en los artículos sobre moda y, muy especialmente, en la publicidad gay. Un “buen cuerpo” (es decir, músculos), y concretamente, un buen tórax, sirve para vender desde ropa interior a una línea erótica, pasando por tiendas de ropa, canales de televisión, bares, discotecas y saunas, sex-shops, etc. En estos anuncios suelen aparecer torsos desnudos de uno o varios hombres y en muchos de ellos ni siquiera aparecen los rostros de los modelos.
¿Por qué surge y triunfa este modelo?
Es una reacción al modelo femenino heterosexista,
Otros señalan la relación entre la irrupción del sida y la necesidad del cuidado del físico, la preocupación por la salud y, sobre todo, la necesidad de dar una imagen saludable, que nadie piense que se está enfermo de sida, lo cual reduciría las posibilidades de encontrar parejas sexuales
En la era del sida se muestra el cuerpo y se ocultan los deseos, se vuelve a las masturbación y se recuperan prácticas sexuales antes denostadas (como el voyerismo y el exhibicionismo)
El concepto de belleza es socialmente construido y se llena de contenidos que es necesario configurar ideológicamente.
La perfección física abunda en los locales de ambiente simplemente porque tiene éxito social: los cuerpos esculpidos despiertan miradas, admiración, deseo. Es decir, tienen éxito.
La influencia de los medios de comunicación, tanto gays como generales. Desde los medios se nos presenta ahora el modelo de los cuerpos danone, que para Mira son una especie de mariarmarios de formas elegantes. Los modelos de la publicidad general reproducen en muchos casos los cánones de belleza que prevalecen en el mundo gay: “jóvenes, de musculatura clásica y narcisistas hasta decir basta. La cultura gay crea así imágenes que incitan al consumo a mujeres heterosexuales y hombres de cualquier orientación.”
El modelo mariarmarios va poco a poco dejando paso a “un modelo de belleza más clásico: robustez pero sin exageración, joven, definición muscular sin llegar al bulto, cuerpos lampiños, bronceados, pelo corto, juventud, espaldas amplias, abdominales marcados como el vientre de una tortuga o una tabla de fregar, juventud, juventud y sobre todo juventud”.
En el mundo gay, no sólo es importante tener un bonito cuerpo, sino también mostrarlo, observar y disfrutar mirando (juzgando) los cuerpos de los demás. Ricardo Llamas comenta: “Las numerosas terrazas de la plaza de Chueca y los tórridos veranos de la villa consolidaron un espíritu de pasarela permanente, de cotidiano mirar, cotillear, ser visto, mostrarse [...]” Y para mostrar y realzar esos cuerpos, nada mejor que el vestido y la moda, que adquieren, colateralmente, una relevancia esencial en la identidad gay. Mira comenta “cuando están de moda los Calvin Klein, llevar la etiqueta hace sexy a su portador, y cuándo se estila otra marca, llega el momento del cambio [...]. El fetichismo de las marcas es el final del camino de la parafernalia gay”.
Si, como señala Toro, “el vestido trasluce, manifiesta, subraya, disimula, relega u oculta aquellas zonas corporales que la sociedad en cuestión ha consensuado implícitamente en un momento dado”, basta darse una vuelta por Chueca para comprobar que la moda gay está hecha para marcar (músculos, paquete, etc) con lycras, pantalones ajustados, camisetas cortas, apretadas; llamar la atención (colores vivos) y mostrar el cuerpo con pantalones cortos, camisetas de tirantes o sin mangas...
Pertenencia y exclusión a través del cuerpo Cuando una persona homosexual “sale del armario” (se reconoce a sí mismo como tal) busca un modelo con el que identificarse, incluso en lo corporal y, sobre todo, en lo que se refiere a la parafernalia y la forma de vestir. Si además esta persona es un adolescente, la necesidad de identificación es mayor: “Los cambios corporales durante esta etapa del desarrollo obligan a fijar la atención sobre el propio cuerpo y a integrarlo en la auto imagen general tras su imprescindible evaluación. [...] El adolescente compara su imagen (mental) corporal con el modelo estético corporal vigente en su medio social, modelo que asume plenamente, anhelando y procurando que su cuerpo, renovado y recién estrenado, se aproxime máximamente a aquel” ¿No se dará esto también entre los gays que han pasado la adolescencia pero que, del mismo modo, estrenan una nueva identidad y quieren expresarlo a través de su cuerpo?
La lectura del libro de Toro abre varios interrogantes y conexiones entre los trastornos alimentarios que él presenta (anorexia, bulimia...) y la relación que tienen los gays con su cuerpo. Creo que el hecho de que los hombres gays se preocupen por su cuerpo del mismo modo que las mujeres lo han hecho tradicionalmente tiene mucho que ver con la feminización de los homosexuales: “En la práctica totalidad de las culturas, la belleza física de la mujer recibe una consideración más explícita que la del hombre”. Lo que ocurre es que el hombre gay ahora le da un contenido distinto a lo que es esa belleza física que, como se sabe, es social y culturalmente construida. La subcultura gay tiene su propia valoración subjetiva y social de cuerpo y sus propios parámetros de belleza. Además, estos van transmitiéndose después al resto de la sociedad.
Entre muchos gays se está creando una especie de élite de este tipo de personas sin tener en cuenta otros criterios para valorar al individuo. “Reducir la cultura o la sensibilidad gay a lo que sucede en el ambiente (nocturno) es empobrecedor, sobre todo cuando en éste predominan algunos usos abusivos que eclipsan a otros (el hecho de que ciertas tendencias o modelos estéticos se conviertan en varas con los que medir a los distintos gays)¨
Como señalan varios autores, de ahí a pasar a la exclusión hay sólo un paso:
Cortés habla del peligro de que este modelo corporal gay “puede convertirse en un claro menosprecio al gran número de gays mayores, gordos, bajitos o escuchimizados” que no participan del modelo impuesto.
Mira indica que el gueto “ha creado una mitología a la que se puede llamar, siguiendo a los anglosajones, fascismo corporal según la cual se valora al individuo por unos criterios (músculos, aspecto externo) que no tienen nada de positivo y que alienan a aquellos que no siguen estos códigos: a quienes están demasiados delgados o, peor aún, demasiado gordos, a quienes no tienen la cara del momento, la distribución muscular de la temporada o los pectorales unisex de la década se les hace sentir fuera de juego y quedan descalificados como objetos del deseo [...] Marcas y objetos, prendas de vestir y el dejarse ver en locales en los que se suele estafar al personal, se convierten en rasgos de rigor que, cada vez más, definen la experiencia del homosexual urbano en los albores del siglo XX”. “Lo que tendría que ser un entorno donde la gente que se siente socialmente discriminada por su identidad por su identidad sexual encuentra refugio, se ha convertido en un entorno donde quienes no alcanzan las proporciones clásicas, según la moda del momento, se sienten incómodos o rechazados. [...] Los miedos nacen de actitudes reales, y la obesofobia puede ser tan dura como la homofobia”
Leo Bersani: “Cualquiera que haya pasado una noche en una sauna gay sabe que es [...] uno de los espacios más despiadadamente sometidos a criterios de rango, jerarquía y competencia que pueda imaginarse. Tu aspecto, tus músculos, las distribución del vello, el tamaño de la polla, la forma del culo determinan exactamente cuán feliz vas a ser en el transcurso de esas pocas horas, y el rechazo, acompañado por lo general de dos o tres palabras a lo sumo, pude ser fulminante y brutal, desprovisto de todas las civilizadas hipocresías con las que nos deshacemos de los indeseables en el mundo exterior”
Una vez más, citando a Toro, podemos comprobar como “los desfases entre el modelo corporal cultural y el cuerpo real de cada individuo concreto serán, forzosamente, fuente de malestar, de ansiedad” En el caso de los gays podemos ver como se está produciendo una enfermedad que tiene mucho que ver con los casos de anorexia de los que habla Toro en su libro y que, por el momento, está teniendo una especial incidencia en el mundo gay: la vigorexia.
En un artículo aparecido en la revista de información gay Zero se explica que “la persona vigoréxica, al igual que la anoréxica, tiene una obsesión por su físico. Si la anorexia es la obsesión por la delgadez, la vigorexia consiste en una obsesión por ganar masa muscular a toda costa”. Esto va acompañado por trastornos en la alimentación, consumo de hormonas y anabolizantes, y la dedicación de numerosas horas al deporte en el gimnasio. La revista habla de unos 75.000 españoles en situación de riesgo y señala explícitamente como algunos gays que pretender asumir su identidad sin tener referentes adecuados, caen en la búsqueda de un “cuerpo perfecto”.
En definitiva, el cuerpo se convierte entre los gays en elemento de exclusión e inclusión y, tal y como aparece en los artículos de Bourdieu y Boltanski, en el caso de los gays su identidad, y por tanto su cuerpo, están conformados en buena parte por sus habitus sociales y de clase.
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